El tiempo pasa rápido, veloz incluso para el olvido, pero desesperadamente lento para quienes hoy, hace seis años, vieron desaparecer de su horizonte vital los sueños de un ser amado.
Es tan sólo el duelo íntimo y privado, el que revienta un corazón sin que nadie se aperciba por fuera, es tan sólo el dolor que araña la carne cada día transcurrido desde el 11 de Marzo de 2004 el que hay que tener en cuenta.
Hoy, triste efeméride, gobierno e instituciones, líderes y lideresas, próceres y sus señoras guardarán un simbólico minuto de silencio que en poco o nada aliviará las penas.
Los que llevamos la memoria a cuestas debemos transmitir la historia, contar lo sucedido a quienes hace seis años eran demasiado jóvenes, demasiado niños, demasiado inocentes para comprender el alcance de lo ocurrido. La barbarie, la tragedia, la manipulación, la vergüenza.
Casi todos tenemos en casa alguien que nos preguntará, ¿qué pasó el 11-M? y alguna cadena televisiva se atreverá a revivir imágenes, reabrir heridas nunca restañadas; de momento ya están discordantes en quiénes tienen más derecho a recordar a las víctimas. Triste desagravio.
Lo que se olvida es que todos vivimos bajo el mismo techo –el cielo-, todos servimos a la misma patria –la tierra-, todos dormimos en el mismo lecho –el dolor- y todos tendremos el mismo fin.
Amanece que no es poco, amanece la vida, de nuevo, para mí, para muchos, pero no para todos. Desgarrada voz para desesperado lamento.
En fin.
LaAlquimista
“Pintura para la Paz” Amanda Arruti. Lápices de pastel.