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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Volver a rezar?

              

Pasé la niñez y parte de la adolescencia rezando. En el colegio –de monjas, obviamente-, antes de comenzar las clases asistíamos a misa. Por la tarde, antes de regresar a casa rezábamos el rosario o presenciábamos la exposición del Santísimo.
Todos los días, durante muchos años, los comencé y terminé rezando. Al salir de casa me santiguaba y al pasar por delante de una iglesia también y , rizando el rizo, en mi casa se rezaba el rosario todos los días (pero todos todos), dirigiéndolo mi padre, pasillo arriba-pasillo abajo, mientras el resto de la familia daba la réplica desde donde estuviéramos.

Rezaba –con una fe obsesiva y perseverante- para aprobar los exámenes (estudiando lo menos posible, si no no tenía gracia el rezo), experta en jaculatorias monótonas e incongruentes para que se fijara en mí el chico con el que me cruzaba todos los días al volver del colegio, mis rezos iban dirigidos a arreglar el mundo y a salvar mi alma y todas las de mis conocidos. Recuerdo como si fuera ayer cuando asesinaron a Kennedy y mi madre nos hizo rezar por su alma o cuando falleció Juan XXIII y le dedicamos una novena completa para que encontrara una buena plaza a la derecha del Padre.

He visitado este fin de semana una gran catedral llena de turistas y vidrieras magníficas. En el centro, acotado por pequeñas vallas de madera, el lugar reservado a la oración. Sin un solo sitio libre. Y lo mismo las capillas laterales, con sus entramados de velas votivas, arrodillados los orantes fieles en la más profunda concentración.
Todas esas personas confían plenamente –casi con toda seguridad- en que su plegaria será efectiva.

¿Por qué me quité la venda que ofuscaba mi entendimiento? Con lo bien que me vendría que todo lo rezado me solucionara en el presente algún pequeño problemilla… Ahora, a mis años, con tanto rezo por detrás y tan poca fe por delante, ¿no sería más cómodo y fácil hacer como el filósofo aquel que se convirtió al final de su vida “por si acaso”?

En fin.

LaAlquimista

Foto: C. Casado

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2010
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