Si es que no aprendemos. Unos por un lado devanándose los sesos para repartir los recursos de forma que llegue para todos y otros con el sueño quebrado porque no tienen un mal objeto de diseño que llevarse al salón de su casa. La exquisitez sublime del impulso artístico, el esprit único e inefable que cuanto toca con su varita magnifica, en pocas palabras, el arte en los ‘selváticos’ de la pirámide de Maslow.
Que ya no es comer a secas, llenarse la tripa –qué vulgaridad-, deglutir hidratos de carbono y alguna que otra proteína para darle alegría al cuerpo; ahora hay que saber lo que se come, con conciencia artística del alimento, en pocas palabras, una cocina deconstruída. Anda que si le digo yo a mi amona que la tortilla de patatas de toda la vida, la de levantar a un muerto, la quita-penas de siempre ahora se presenta de la siguiente manera…
“En la parte inferior de la copa poner una cucharadita de cebolla pochada muy caliente. Encima colocar una cucharada de sabayón de huevo y terminar poniendo la espuma de patata. Terminar con un cordón de aceite de oliva,”
Pues fíjate tú qué poco glamour tendré yo que no me como ese invento artístico ni aunque le pongan encima un billete de 100 euros.
Es lo que tiene ser mayor, que a una le sigue gustando el arte ‘de toda la vida’.
En fin.
LaAlquimista.
Foto: Amanda Arruti