Yo soy muy de celebrar cosas porque sí, me apunto a darle gustillo extra a mi vida con cualquier excusa y eso lo saben bien quienes están dentro de mi circunferencia íntima.
Bueno, pues el otro día había una luna llena de esas que hacen aullar y no sólo a los lobos, así que se me ocurrió montar en casa una fiestecilla para dos. Compré una caja de ostras de Bélon (docena y media), una botella de Champagne (del baratito, pero Champagne) y
doscientos gramos de bombones artesanos. Con esto, la Luna y las ganas, energía para toda la semana.
Así que llamé a mi novio y le comenté el plan. Él, buen conocedor de mis humores –anímicos y de los otros-, dijo a todo que sí, por supuesto, qué buena idea, iré en cuanto acabe el trabajo.
Para atenuar la emoción de la espera me fui a la ‘pelu’ a ponerme más guapa todavía. De regreso a casa compré un bouquet de liliums y completé el decorado.
Él llamó a la hora en que tenía que haber venido para informarme de que un asunto de última hora le retendría un rato más, pero que –‘enseguida voy para allá’. Bueno, vale, suele pasar. (El rato fue de 90 minutos pero ya sabemos que el tiempo es relativo).
Llegó precedido por un hermoso ramo de liliums (grande, muy grande); bien, el chico sabe hacerse perdonar. Con la emoción contenida me besó mientras yo le apremiaba para que abriera el champagne. –Voy, mujer, voy, qué prisas- mientras seguía a lo suyo.
Todavía no ha nacido el hombre que pueda hacer dos cosas a la vez, a saber, besarme y descorchar una botella de Champagne así que la imagen era ciertamente ‘barroca’. El corcho fue a frenar contra una de las copas (cristal del bueno, regalo de mi primera boda) con el resultado de Moët & Chandon 1 – Bohemia 0.
Con las burbujitas alborotando pasamos a la cocina donde le esperaban las 18 susodichas (ostras) para ser debidamente sacrificadas en aras de nuestro común placer.
Menos mal que estaba mi amiga Karmele en Urgencias y nos atendieron pronto. Tres puntos más para subir a primera.
En fin.
LaAlquimista