Tengo una regla de oro y otras de bisutería fina pero la que no me salto nunca es esta: “En vez de quejarme de lo que me falta me alegro por lo que tengo”. Es un juego que puede ser divertido practicar en una sobremesa entre casados y solteros (como esos torneos de fútbol. Por cierto ¿quiénes suelen perder, los solteros que duermen poco porque están la mitad de la noche haciendo el amor o los casados que duermen poco porque se pasan la otra mitad entre ronquidos o biberones?).
Me ha tocado estar en nómina en ambos equipos alternativamente –en el de las casadas y en el de las solteras- aunque sin jugar a nada, que las mujeres llevamos la ausencia de competitividad con total indiferencia, si acaso nos gusta sabernos ‘más mejor vestidas’ que alguna otra, pero nuestra pelea por ser la gallina más altiva del corral nunca nos ha interesado demasiado. Decía que he pasado por todos los estados civiles que, de momento, figuran en el Código, así que sé de lo que hablo.
Lo mejor de estar soltera –en estas fechas que se avecinan- es que no tienes que negociar ni discutir con nadie el destino vacacional. Simplemente vas a donde quieres ir y punto. Es interesante señalar que el presupuesto adjudicado a vacaciones te lo vas a gastar tú en ti misma; es decir, no lo va a ‘dilapidar’ ninguna otra persona en lo que se podrían considerar ‘gastos estúpidos’. (Léase desayunar en el bar en vez de en casa, comprarse todos los días tres periódicos para leer las mismas noticias, llenarse la panza de cañas de cerveza a todas horas, tomar el café de después de comer en el bar en vez de en casa, insistir en ‘sentarse a tomar algo’ cada vez que se sale a dar un paseo mirando escaparates, y un largo e incomprendido etcétera.) Tú te ahorrarás los prolegómenos y directamente te gastarás una pasta en algo bonito que has visto en una tienda divina. Y punto.
Cocinarás si quieres y si no quieres te harás servir en un restaurante sin tener que darle cuentas a nadie de lo que te gastas. Te llevarás una camiseta con la leyenda que diga: ‘Porque me da la gana…’ y nadie te dirá que eso es una horterada. Dormirás hasta tarde. Madrugarás. Echarás la siesta. No la echarás. Leerás un libro durante cuatro horas seguidas. Pasearás por la playa con los pies descalzos por la orilla antes de cenar. Y después. Te quedarás mirando la puesta de sol con un vermouth Izaguirre en la mano deliciosamente embobada. No llamarás a la familia. De hecho, desconectarás el móvil. Ni enviarás postales.
Es lo más cercano a la felicidad que se puede obtener por estas fechas en que servidora tiene la mala costumbre de irse de vacaciones.
En fin. Que nadie me odie que salen granos.
LaAlquimista