Es una vieja costumbre cuyo significado ha ido desvirtuándose con el paso del tiempo, pero eso no debe extrañar a nadie, perduran tan pocos significados hoy en día… El caso es que, coincidiendo con el solsticio de verano, unas por brujas y otras por apañaditas, deberíamos las mujeres (y también los hombres si les apetece), aprovechar la noche más corta del año al calorcito del verano recién estrenado y de las hogueras bien surtidas para quemar lo viejo que nos incordia en los bolsillos del alma.
Lo viejo, lo inservible, las rémoras, algunos rencores, cuarto y mitad de recuerdos y la mayor cantidad posible de desencanto. Simbólicamente al menos, que tampoco es cuestión de presentarse a la hoguera de la esquina con un carrito lleno de cartas de amor mohoso y de fotografías amarilleadas por el mal sabor de boca. Basta con la intención, un papel y un bolígrafo. (Lo siento, virtual o digital no cuela, no es eficaz). Decía, papel y lápiz y a escribir la lista de lo que está enganchado por ahí adentro. Un sano ejercicio de introspección antes de la cena; pura terapia psicoanalítica gratuita, un tanto a nuestro favor a cambio de casi nada.
Llevo media tarde escribiendo con letra mala, sin cuidar la puntuación (lo confieso) pero bien grande para que se queme mejor; a saber, el proyecto que se quedó en el camino, la rabia de unos besos que no llegaron, el perdón que nunca nos pidieron y el tiempo que tiramos creyendo que era por nuestro bien. Una lista ni muy corta ni muy larga pero fácil de entender. También tengo algún fetiche que añadir: un pañuelo que no me voy a poner más, unos pendientes que pesan demasiado (en el alma) y un libro que me regaló alguien que no me quería. (y que por supuesto nunca leí).
Lo he metido en mi mochilita multiusos y cuando esté bien oscuro y todo el mundo ande tirando cohetes, lanzando fuegos artificiales y quemándose los bajos del pantalón saltando hogueras, me iré a la playa larga, caminaré hasta que me canse y me acercaré a cualquiera de las hogueras que sé que –como cada año- jalonarán esta noche de fiesta y de brujas. Todo bien envuelto en la bolsa de papel –para que no huela demasiado mal al consumirse- irá a parar al mejor sitio donde se pueden tirar los recuerdos muertos: al fuego.
Lo que pase después lo dejo en manos del destino. Hoy es noche de brujas y no pienso decir que no.
En fin.
LaAlquimista