Treinta años, que se dice pronto. Y cómo me gustaba… Aunque los primeros pitillos me hicieron vomitar, como a todos, pero venía a ser una especie de “bautismo de humo” que había que realizar, el visado para obtener el pasaporte al mundo de los adultos (o de los jóvenes en vías de madurez).
Si comencé a fumar fue –obviamente- porque en mi casa se fumaba y de lo que se come se cría, pero no se entienda esto como un reproche velado a las costumbres paternas, antes al contrario, imitar a mi padre me producía felicidad y los carraspeos en la garganta no empezaron hasta al cabo de muchos años. El caso es que ahí anduve, perdiendo la virginidad pulmonar con la picadura primero, el Jean y el Ducados después, para acabar los últimos años hocicando en el mercado americano. Pero a lo que voy.
Un buen día –andaba ya por la cuarentena bien cumplida-, mi hija pequeña me sorprendió en uno de mis habituales amaneceres resacosos (el exceso de tabaco produce una sensación similar al exceso de alcohol; se te va la cabeza y te mareas, la garganta te arde, eres incapaz de ingerir ni medio vaso de agua) y mirándome desde su maravillosa candidez me espetó: “Ama… ¿por qué no dejas de fumar?” – “porque me gusta mucho, hija mía” –le contesté desde mi maravillosa adultez.
Se sentó a mi lado, me dio un abrazo y me dijo, mirándome fijamente a los ojos: “Pues, si dejas de fumar, yo te prometo que nunca fumaré…”. Y claro, fue la decisión que más rápida de toda mi vida.
Así que aquí estoy, sin fumar desde hace casi diez años y contemplando con alegría cómo la ropa de mi hija (y la mía propia) no huele a tabaco. Bueno, excepto cuando salimos por ahí porque en bares, restaurantes, sitios de copas donde se sigue fumando a tutiplén, hacemos la limpieza ambiental llevándonos pegado a la ropa, al pelo, al cutis, a los pulmones, el humo y la peste de todos los fumadores que lo son.
¿Intolerancia del ex fumador? No sé; allá ustedes, los fumadores.
“No sé si estoy en lo cierto,
lo cierto es que estoy aquí.
Otros por menos se han muerto,
Maneras de vivir.”
Leño, Maneras de vivir.
En fin.
LaAlquimista