La verdad es que no creo tener suficiente autoridad moral como para hacer calificaciones de simpatía o antipatía y meter a la gente que conozco en sacos separados, porque tengo un carácter que se las trae, que cuando me levanto con el paso cambiado soy más erizo que Espinete. Pero bueno, a lo que iba.
Que un amigo, conocido, vecino o compañero sea simpático contigo no es tan difícil; quiero decir que lo que hayas sembrado, recogerás. Pero encontrar a alguien perfectamente desconocido y que enarbole una bonita sonrisa para acogerte, eso…eso ya es un regalo de los dioses. Me refiero a los profesionales que cobran por sus servicios, a las dependientas –o dependientes- de las tiendas, a los camareros de ambos sexos, a los taxistas, a los conductores de autobús, al que está al otro lado de la ventanilla del banco, de la asociación, del ministerio, del ayuntamiento. A todas esas personas que trabajan por y para el público en general.
Bueno, pues ahí hemos pinchado en hueso. No sé qué pasa, de verdad, que vas a hacer una gestión y parece que les interrumpes una conversación personal o la meditación transcendental, que te miran como si fuera una agresión a su integridad emocional el que les preguntes cómo se rellena un impreso o que te expliquen qué opción es más conveniente. Que nos olvidamos que están para eso. Que lo olvidan ellos también.
Y no te cuento ya nada de los de hostelería, que –una minoría que siempre me toca a mí- te sirven las cañas como si te hicieran un favor y ya no te digo nada del taxista que lleva el aire acondicionado o la radio a tope y le pides que, por favor, y te dice que tiene calor o que quiere escuchar las noticias, que son en punto.
Bueno, pues ni una queja más que ya he dado con el truco y juro que funciona. Allá donde voy, me llevo conmigo mi sonrisa “hipermegasupersimpática” de señora feliz como una perdiz y… pues que se contagia, oye, que a la gente le da muchísimo corte poner malas caras cuando le hablan con simpatía, o será por un poco de vergüenza, que si vas con el “por favor, muchas gracias, me disculpa y que tenga un buen día” por delante, el otro, la otra, cualquiera –incluso los que viven contigo- sienten que es mejor, por el mismo precio, pasarse al equipo de la gente simpática.
Vale la pena hacer la prueba. Y el que tenga mal carácter…que cambie o se quede solo.
En fin,
LaAlquimista