Estaba yo tan feliz, dale que te pego al teclado, con uno de esos arranques emocionados que a veces me dan, llenando folio tras folio (virtual), bebiendo té, disfrutando de Mozart y sintiendo que estaba aprovechando la tarde que entraba por la ventana cuando, al ir a guardar el documento terminado –una boutade que me había quedado redonda acerca de la desnudez del cuerpo en el otoño- me emociono y le doy a la tecla incorrecta y no sé qué pasa que mi papelera de reciclaje debe estar agujereada porque las palabras han pasado directamente del word al puro agujero negro de la nada.
He sentido cómo se me hinchaba la vena del cuello y me venía un grito de rabia (si fuera una escena teatral habría tirado el ordenador al suelo, como cuando discutes por el teléfono móvil y te dan ganas de estrellarlo contra la pared), media hora de mi vida a la basura, un tiempo de imágenes y palabras que formaban parte de mí y que ahora, evidentemente, ya no puedo repetir, no sería igual con el enfado a cuestas.
Pero como me gusta pensar que las cosas no suceden “porque sí”, he intentado llegar a la conclusión de que lo escrito era una porquería y que mi ángel de la guarda me ha protegido “in extremis” para que no se ría de mí quien se tome la molestia de leerme.
Y como tengo buen perder, me he levantado con mucho cuidado y me he ido a tender la ropa. Que para eso sí que sirvo sin que se me vaya la pinza.
En fin.
LaAlquimista (M.I.A. -Missing in Action- hasta el próximo martes día 28. Por favor, guardadme el sitio. :-))