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Cecilia Casado

A partir de los 50

Un ataud de papel

La comunidad de vecinos en la que estoy censada mantiene ese pluralismo tan enriquecedor para la evolución de la mente humana y regocijo de los irónicos, sarcásticos y cínicos que en el mundo (y en mi escalera) son. Una reunión –tumultuosa, como las de Sharpe- es la mejor manera de pasar una tarde de lunes y llegar a casa como si te hubieras tomado cinco copas seguidas; pero de diferentes licores. Es decir, con la cabeza para Tudela y la necesidad de pillar la horizontal hasta el día siguiente, tal es el desbarajuste ideológico que impera en dichas reuniones y las terribles diatribas que tienen lugar por temas tan kafkianos como mantener cerrado el portal todo el día y estar abriéndolo continuamente con el portero automático a quienes vienen a repartir panfletos de publicidad.

– “Ringgg, ringggg, ringgg… PROPAGANDA, ¿Me abre?”

¿Tanto cuesta poner un cartelito en el portal con el tan agradecido (para los vecinos) “Esta Comunidad no desea propaganda”? Pues no. Entre que hay que dar trabajo al que lo necesita y que la publicidad es necesaria para enterarse de dónde se puede comprar mejor y más barato, el único consenso es el de instalar una papelera a los pies de los buzones. Papelera tamaño oficina del siglo pasado, es decir, gris, de plástico y pequeña. Huelga decir que a eso de las ocho de la noche, cuando ya casi todos los vecinos están de vuelta en sus domicilios, la papelera en cuestión rebosa propaganda como río desbordado y el suelo del portal se ve alfombrado por todos los papeles que no han encontrado cabida en tan pequeño receptáculo.

Al día siguiente, viene la empresa de limpieza contratada por la Comunidad que invierte un buen rato recogiendo el papel del suelo y volviéndolo a meter en el contenedor azul para reciclarlo y que pueda reencontrar sus orígenes.
Todas, absolutamente todas las grandes superficies de la comarca publicitan de esta manera sus productos y también lo hacen los sitios de comida a domicilio, los gremios en general, las clínicas privadas, las academias de todo tipo de enseñanzas, los “chapuzas” varios y hasta los videntes africanos. (Que se me disculpe si me olvido de alguno).

A la vista de cómo se desperdicia y a qué ritmo se dilapida el papel debe de haber más árboles disponibles de los que yo llego a imaginar.
Del estado de los bosques ya no me imagino nada.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


octubre 2010
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