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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cumplir todos los sueños menos uno

Dicen que los ricos se aburren por falta de sueños, que  si se gastan cantidades ingentes de dinero la imaginación y la vida se vuelve tediosa, incluso insoportable y el espíritu sensible tiende a deprimirse. Por esa afortunada regla de tres nos correspondería al común de los mortales una cantidad nada desdeñable de sueños por soñar. Este tema de los sueños (o de los deseos o ambiciones) lo llevo bien apuntado desde que sé manejar un lápiz.

Uno de mis primeros sueños frustrados– angelico que era yo- fue desear una bicicleta; empecé a tomar el tema muy en serio cuando iba a jugar a un parque donde había un tenderete de alquiler de bicis por horas –lo que daba idea de que no era habitual que los chavales fuéramos poseedores de una de ellas-, negocio próspero donde los hubiera puesto que no había tarde de verano en que la lista de espera para poder pedalear previo pago no diera la vuelta a medio parque.
“Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. El que inventó esta frase solucionó por la brava el problema de la falta de liquidez de la época ya que los padres de mi generación la utilizaban como emitida “ex cathedra” y no se apeaban en su intención. Pero ya se sabe que a grandes males, grandes remedios y para eso estaban los Reyes. (Cuando yo tenía siete años no había más Reyes que los Magos) Y ese fue mi sueño de Junio a Enero hasta la temprana mañana del día 6.

Comprendí entonces, y sigo comprobándolo hoy, que no todos los sueños se cumplen y que eso es bueno para poder seguir disfrutando del placer inocente de soñarlos. (Mejor no hablar de la rabia añadida). Que si todo lo que deseamos lo tuviéramos nos quedaríamos vacíos de dulce ingenuidad, dormiríamos con el ceño fruncido en vez de con la esperanza pintada en el rostro y nuestras palabras, nuestros gestos, acabarían siendo como los de algunos ricos que se dejan fotografiar: estirados, forzados y sin ningún reflejo de felicidad.

Por eso me voy dejando en el tintero –eligiendo cuidadosamente- algunos sueños pendientes para poder sustituirlos por el último que se ha cumplido, al igual que tengo en la mesilla de noche un libro esperando su turno para cuando acabe el que me deleita en estos momentos. Un sueño pendiente, siempre. Aunque parezca que ya no hay tiempo, aunque nos digan que no tenemos edad; un sueño que nos siga haciendo cosquillas en la piel cuando nadie nos ve.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


octubre 2010
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