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Cecilia Casado

A partir de los 50

Carnet de voyage.- Arte en Paris

       

He dejado de mirar la página del satélite meteorológico con la pequeñísima esperanza de que el tiempo mejore en las próximas horas. Me he librado del temporal en la costa Cantábrica para caer de plano en el más puro plomizo y lluvioso tiempo parisino. Me lo tomo como que hay que vivir el presente tal y como llega, poner buena cara por los dones recibidos en vez de torcer el gesto por lo que consideramos un derecho que nos han quitado. Por cierto que la palabra “presente”, significa “regalo”. Así pues, otro día más, me toca disfrazarme de esquimal y lanzarme a la calle junto con otros ocho millones de personas.
El destino de hoy es eminentemente cultural –y uno de mis favoritos-; el “Beaubourg”, llamado Centro Pompidou a mayor gloria de su homónimo precursor.

Si bien el fin de semana las colas de acceso eran considerables, el lunes ha sido un paseo por un prado bucólico –aunque mojado- y la retrospectiva de ARMAN y sus “acumulaciones” un regalo de sorpresa y estupor. Soy admiradora del Arte Contemporáneo, me intriga el reto de intentar descubrir el límite entre la belleza y la (supuesta) tomadura de pelo.

He buscado el rinoceronte rojo de la colección permanente pero me han informado de que estaba en el almacén (casi esperaba escuchar “en el veterinario”), así que me he quedado sin saludarlo esta vez, pero me he consolado dándome una panzada de Kandinsky, Pollock, Rothko, Picasso, Miró, Duchamp, Bacon y todos los “amiguetes” que se dejan fotografiar en esta buenísima pinacoteca.


La lluvia no me provoca lasitud sino el deseo de no amilanarse ante ella, como si proporcionara el pequeño reto de de cada día. Fotografiar la vida cotidiana bajo la lluvia es la misma opción que hacerlo bajo el sol: la belleza está asegurada. Por eso, durante la conversación nocturna con mis hijas –a la hora de dar el parte diario para que sepan que estoy bien (aunque esa necesidad es más mía que suya)-, al preguntarme si no estoy rabiosa por el mal tiempo que está haciendo día tras día, como una pena sin remisión, les contesto que no lo siento así porque me permite sentir el pulso de la ciudad también de esta forma, que no todo van a ser paseos al sol y siestas a la sombra sobre la “pelouse”. Por cierto que me ha llamado mucho la atención unos letreros en un césped del Jardín de Luxemburgo que avisaban de que no había que pisarlo porque había ¡abejas!

Otra de las posibilidades que me fascina de esta gran ciudad es el tour étnico-gastronómico al que una puede entregarse con absoluta impunidad para la cartera. Me gusta la comida libanesa y la marroquí; pero también la india y la tunecina. Y la turca y la griega (primas hermanas). Japón y China tienen aquí la más completa y exquisita representación. Y Vietnam y Corea. Lo que no he encontrado todavía es un restaurante ruso.(Creo que no me estoy perdiendo nada). Me salto a la torera cualquier maldición de mi dietista de cabecera… ¿A quién no le gusta jugar un rato al epicureismo gastronómico? Un sitio a visitar: el restaurante de la Mosquée de Paris. Detrás mismo de la Gran Mezquita, en la puerta trasera del Jardin des Plantes, aunque sólo sea para tomar un humilde thé à la menthe en su precioso y abigarrado jardín.


Hacer algo de shopping en una ciudad como Paris es casi una actividad obligada y dentro de programa, (máxime si no tienes un hombre al lado que protesta todo el rato). Hacer shopping o “vitrinear” como dice mi amiga chilena, es decir, mirar escaparates y no comprar nada de nada porque no somos tan tontas como para tirar el dinero en etiquetas y glamour. Pero la biblioteca Flammarion se ha quedado con unos cuantos euros míos –imposible resistirme a un catálogo de la exposición de Arman-; otra opción compradora que practico es la de encargar unas gafas nuevas (graduadas) listas en cuarenta y ocho horas y por un precio bien justo: 29,90€. (Générale d’Optique, nada que ver con otra cadena de parecido nombre que hay en España), sin las obscenidades que se cobran en nuestro país por monturas con trademark. En cuestión de trapos me basta y me sobra con los míos que no me definen ni me limitan aunque siempre cae alguna tontería para poder decir después poniendo morritos: “es que me lo compré en Paris…” Y que las japonesas sigan haciendo cola a la puerta de L.Vuitton en los Campos Elíseos…allá ellas y su conciencia.


Tengo prisa por dejar de escribir y asomarme a la ventana: miles de luces están a mis pies desde esta altura en que me ofrecen amigable cobijo. La Luna, una ínfima línea curvada hacia la noche y otra vez el silencio. Todo está en orden. Ojalá fuera contagioso.

En fin.

LaAlquimista

Foto portada: Nigel Barnett

Resto fotos: C.Casado

(1) Entrando en el Centro Pompidou

(2) Arman. Serie Renault

(3) Tour Eiffel desde el Pompidou

(4) El que avisa no es traidor. Jardin de Luxembourg.

(5) Terraza Restaurant Pompidou

(6) La nueva adopción “Poulain”.

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


noviembre 2010
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