Desde 1998 el 1 de Diciembre es el día Mundial de la Lucha contra el el SIDA, a instancias de la OMS. La fecha del 1 de Diciembre se toma de tal día de 1981 en que fue detectado el primer caso de SIDA. Y tal día como hoy, se dan a conocer los avances obtenidos en la lucha contra tan terrible enfermedad.
Veamos lo que hemos avanzado en mi casa. Y cuando digo en mi casa, digo aquí, en mi pequeña ciudad, en mi barrio, entre mis amigos o en las reuniones familiares. Claro, nosotros no somos investigadores, ni médicos de altos vuelos, ni somos químicos en un laboratorio multinacional, pero hemos tenido –todos, me temo- un papel colateral importante en el “desarrollo” de la enfermedad.
Durante demasiados años hemos ocultado y apartado socialmente a las personas que padecían el V.I.H., como si fuera algo que les ocurre a los demás y no tiene nada que ver con nosotros. “En mi familia eso no pasa”, “Es cosa de drogadictos e invertidos”, “Que los curen, pero lejos” y lindezas por el estilo.
¿Alguien ha conocido de cerca a una persona que haya desarrollado el virus? Dejando de lado al personal sanitario, obviamente, que es su trabajo y son los que más saben del caso, la mayoría de las personas profanas en el tema hemos sido jueces implacables de la desgracia y del sufrimiento ajeno. Es ya viejo el tema de la discriminación laboral, de los chistes crueles, del ostracismo social al que han sido condenados inveteradamente quienes se atrevieron a contar su mal, la ausencia de empatía, compasión y apoyo a nivel individual por parte de una sociedad que, colectivamente, hoy se pondrá el lacito rojo por bandera para no quedar mal.
El SIDA nutre sus estadísticas de países pobres y lejanos. Aquí, nos limitamos a contar a los que entraron en los centros hospitalarios y los que salieron –de una u otra manera- de ellos. Las estadísticas dicen que ya “sólo quedan” una treintena larga de millones de afectados en el mundo. Pero lejos.
Hoy leeremos en la prensa y nos contarán en la televisión la historia lejana de una enfermedad que, aquí, entre nosotros, está oculta por el miedo al más que seguro rechazo que provoca. Por mucho lazo rojo que nos pongamos no hemos avanzado mucho.
En fin.
LaAlquimista