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Cecilia Casado

A partir de los 50

La gente que odia la Navidad

La infancia tiene cosas maravillosas y una de las mejores es la de magnificar situaciones banales o cotidianas concediéndoles un valor que sólo puede sostenerse desde la perspectiva ingenua y bondadosa de una criatura que aún no conoce toda la gama de colores. Así pues, las Navidades de mi infancia resultaron ser un compendio de imágenes idílicas que me daban fuerza para vivir el tiempo comprendido entre unas y otras.

Se predicaba el amor al prójimo y todos éramos buenos. La casa resplandecía con luces y colores y la buena mesa prodigaba no poca satisfacción a nuestros aburridos estómagos. Existía una “magia” inventada alrededor de un acontecimiento sencillo, como era el cumpleaños de un niño del que se contaban historias increíbles. Pero la mejor magia de todas era, cómo no, la de los regalos que llovían –literalmente- del cielo para aquellos que nos habíamos portado bien.

Este pequeño prolegómeno sirva para ilustrar lo que pudo haber sido la celebración más común por estas latitudes de una fiesta religiosa, con pequeñas variantes locales, pero básicamente compartida por casi todos.

Sin embargo, a estas alturas de la película, cuando ya peinamos canas y vestimos elegantes, se origina por estas fechas una corriente “a la contra” que rezonga y refunfuña sobre las fiestas navideñas. Voy encontrando, aquí y allá, personas que manifiestan claramente su aversión a la celebración, que opinan que “odian las navidades”, que no las soportan, que les deprimen, que se las saltarían olímpicamente.

¿Por qué? ¿Son acaso indigentes que no pueden comprar turrón? ¿O solitarios que tienen que pelar langostinos frente a un televisor agresivo? ¿Gente sin familia –o peleado con ella- que rumia viejos rencores? Aunque también pueden ser enfermos, ancianos abandonados, personas atrapadas en su propio mundo de misantropía. Y la larga lista de deprimidos, que casi me olvido.

Sin embargo, suele ser gente corriente, como tú y como yo, quienes –cada año en mayor número- proclaman sin ambages que no soportan la Navidad. Y si les tiras de la lengua te cuentan eso mismo que tú y yo estamos pensando ahora.

En fin.

LaAlquimista 

(Mañana deberes navideños)

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2010
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