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Cecilia Casado

A partir de los 50

Treinta años de amor

     

Se dice pronto, treinta años, toda una vida, la tuya…

Como si fuera ayer el recuerdo me asalta, vivo todavía, la madrugada inquieta, el deseo y las ganas empujándose, casi riendo de los nervios y la emoción. Una noche entera sin dormir, tu padre y yo ansiosos, contando contracciones como si fueran estrellas, bebiendo el aire frío de la espera, reloj y corazón en mano. Por fin, a la hora del primer café que no pude tomar, fuimos juntos a la clínica, confiados y felices, preparados para recibirte aunque con el miedo escondido entre las chaquetitas blancas –nunca rosas- y la sonrisa ancha, inmensamente feliz. El último tramo de la espera, unas pocas horas compartidas entre risas y besos, siempre cronometrando, con el ritmo de la respiración partido por la risa y los nervios y hacia la hora del Ángelus, como humildes personajes de un cuadro de Millet, comenzamos a asistir a tu llegada a este mundo.

Venías empujando, fuerte y decidida –como no has dejado nunca de ser-, alentada por jadeos y pequeños cantos de amor, bajo la luz de dos focos encendidos detrás de las contraventanas entornadas. El sol me encendía la cara y el vientre, no quería cerrar los ojos por no perderme nada, sentirlo todo, cada instante perfecto, único, irrepetible. Tu padre me miraba y te miraba aparecer desde detrás del objetivo de la Canon que le regalé por sus treinta, los mismos que tú ahora tienes ya, otro círculo perfecto, sigues viva y feliz otro año más.

Nueve meses, dos días, treinta y cinco minutos y seis fotos. Ese es el recuerdo imborrable, magnificado año tras año por la inmensa vivencia de tener un hijo. Ahí estoy, tú me has visto en las fotos que celosamente he guardado para ti todos estos años, mi rostro, mis ojos, mi vida entera saliéndoseme del corazón, y tú, la sorpresa de verte a ti misma treinta años después, asomándote al mundo en seis imágenes, el vientre materno, la cabeza, el hombro y el brazo, media vuelta, el tronco, un último aliento, toda tú entera reposando en mi pecho. Ahí estás, te estás viendo en el momento excelso de tu llegada al mundo.

¡Cuántos años queriéndote! ¡Cuántos todavía por querer!

Gracias, Xixili, el primero de mis dos hermosos y grandes amores.

Mmmy

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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