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Cecilia Casado

A partir de los 50

Momentos de debilidad que nadie cuenta

           

No vienen a buscarme, los ruidos de la mañana pasan sobre mi sueño incierto sin que se pronuncie mi nombre o sin que yo lo escuche por mucho que aguce oído e intención. Este colchón es demasiado bueno, demasiado moderno, demasiado caliente, el cuerpo se retuerce buscando la posición fetal requerida, es el descanso perfecto –ya anunciado- todos los músculos olvidados de cualquier tensión, los brazos escondidos al este y al oeste, las piernas insensibles en el perdido desierto que hay más al sur. Es inicuo saber si estoy dentro o fuera del sueño, la vigilia tampoco me interesaría si en ella estuviera mi mente, es un tiempo fuera del tiempo pero marcado por el tiempo, que pasa, se desliza junto con la sábana demasiado buena, demasiado moderna, demasiado ligera.

Ya ha amanecido aunque la oscuridad sea inmensa, ayer había pájaros durmiendo en los árboles y la noche no es la muerte para ellos, ni para mí, sobreviene con el día, con la luz y el anuncio de lo que no queremos esperar. Aunque lo espere. Una llamada, un grito acaso, una señal de que alguien me reclama desde alguna esquina del mundo, oiría su voz aunque fuera débil y dolorida, siempre intuyo cuando alguien piensa en mí con fuerza, con odio, acaso con amor también.

Imagino un débil rayo de luz colándose por cualquier rendija de la habitación, postigos del alma a cal y canto cerrados y desear el calor de un pensamiento, el pequeño anhelo pegado a una llamada, el silencio que antecede al ruido que lo llena todo, la vida, el tiempo y el dolor. Imagino un débil rayo de luz empujando con fuerza mis párpados para deslumbrar por un segundo intenso y eterno la ilusión que estuvo pegada a mis ojos durante tantos días de invierno, ahora primavera, antesala del calor que terminará por abrasarlo todo. Como esta cama caliente y demasiado grande para un corazón tan pequeño como el mío.

No vienen a buscarme todavía. ¿Por qué si ya estoy preparada? Hoy también me veré obligada a vestirme de vida, piel de ilusiones y pasos firmes hacia un futuro que no me interesa, que no me importa nada porque no es mi dibujo sino el trazo burdo de quienes me han arrebatado el lápiz para diseñar mi destino a su antojo. No me quedaré hasta el final, agarrada a la vida sin ganas, sin deseo ni pasión, sin vicio ni virtud, apoltronada entre almohadones para que mi centro de gravedad no se desplace hacia la derecha ni hacia la izquierda, sujeta por hilos invisibles que cada día tiran más, aprietan más y duelen menos.

Hoy tampoco vendrán a buscarme; lo intuyo. Así pues tendré que seguir viviendo la vida…

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2011
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