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Cecilia Casado

A partir de los 50

Pagar por una hora de placer

Cuando yo era joven estuvo muy de moda hacerse estheticienne (con hache intercalada y en francés); era una profesión a medio camino entre seguir estudiando o quedarse en casa a la sopa boba a la espera de novio para casarte, y las primeras academias de la cosa tuvieron una gran aceptación, aunque también vendían los cursos por correspondencia (¡qué cosa, eh!). Venían aires de Europa –pocos porque la puerta estaba más bien cerrada- y empezamos a ver como habitual el que una señora (siempre una mujer, hombres ni soñar, faltaría más) fuera cada cierto tiempo al “Salón de belleza” a hacerse sus cosas.

Mi primera relación con el tema fue en vísperas de “la boda del año”–la mía- cuando con veintidós añitos me “obligaron” a acudir a un sitio donde me iban a “dejar como una princesa”. Visto ahora, no sé qué necesidad tenía una joven de esa edad de que le retocaran nada para lucir en todo su esplendor, pero ya se sabe lo que son las madres cuando se les casa una hija… Recuerdo –con horror- la limpieza de cutis (debieron de encontrar una espinilla recalcitrante que no salía ni a tiros), el tormento –digno de la Inquisición- de extenderme cera ardiendo sobre la piel para arrancar de cuajo el vello que decían que había que erradicar y dejarme las piernas medio quemadas de tal forma que, casándome en pleno mes de julio, tuve que ponerme unas medias de cristal para que no se notaran las rojeces.
Y mis manos y mis pies, en remojo, manoseados, esculpidos, atormentados por un pellejito aquí o allá -yo, que me había mordido las uñas desde que tenía uso de razón-, (las de las manos, no las de los pies)…, y así fue cómo empecé a tener pánico visceral a las estheticiennes.

Pero los tiempos cambian y ahora se llaman esteticistas y no hacen salvajadas. Trabajan en un centro de estética con licencia fiscal y no en un “piso franco” para ayudar a los gastos de casa. Te meten un láser por donde haga falta y te dejan que no te reconocen ni tus hijos o te extienden por el cuerpo sustancias de muy diversa índole (y autorizado origen) que operan maravillas milagreras en los epitelios escamosos estratificados que se han deteriorado con el vivir.

Yo voy y hago como en el chiste: “¿Y por 20€ qué me pueden hacer?”

El “peeling” facial es un masaje en la cara y el cuello con una cremita fresca que te limpia y te relaja mientras las manos de la gloriosa esteticista te acaricia suavemente. Suficiente por pocoestipendio para sentirte un poco más joven y un poco más mujer -de mundo. Te ponen calorcito en la parte de debajo de la camilla y una mantita por encima; música chillout de fondo y te sumerges en una relajación/meditación/nirvana de una hora donde no hay más que florecillas y pajarillos revoloteando.

P’a fuera telarañas. Vamos, que la que no se consuela es porque no quiere.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2011
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