Hay dos tipos de personas; las que les gusta viajar y aquellas para quienes hacer una maleta supone una angustia vital. Nómadas o sedentarios, gregarios o lobos esteparios, los humanos vaciamos nuestra inquietud en mares inmensos o riachuelos escondidos, tanto da. Pero este post va dirigido a aquellos a quienes les motiva el viaje; el viaje como camino y nunca como destino, el viaje de aprendizaje y no de concurso de fotografía. El viaje con mayúsculas.
Hay quien sueña con hacer “el viaje de su vida” y hay quien lo hace; entre unos y otros podemos compartir y aprender nuevos itinerarios por los entresijos del alma humana. Así pues, vamos a aprovechar que es época de hacer maletas para compartir el viaje más hermoso que hayamos podido hacer o el viaje más hermoso que desearíamos realizar. No es necesario haber viajado al otro confín del planeta; basta con una experiencia diferente en un sitio diferente; otra gente, otras costumbres, otra cultura. Todo vale.
En mi caso el viaje de mi vida es siempre el que estoy a punto de realizar. Siempre pienso que va a superar con creces a aquel otro que tantas emociones me produjo, que las experiencias serán esta vez más intensas, más hermosas; que aprenderé más que la última vez y quedará espacio suficiente para la siguiente.
El viaje de mi vida creí que era visitar Egipto –a donde fui hace diez años por primera vez. Pero a la vuelta me di cuenta de que todo puede mejorarse, de que cada sitio, cada destino –y cada compañía- aporta su punto especial para el recuerdo. He viajado mucho y con la buena suerte de que las experiencias fueron siempre positivas, benéficas incluso y nada traumáticas. Desde la primera vez que pisé Paris hasta los morideros de Benarés, un hotel encima de un árbol en Kenia y una tienda de campaña junto al lago Ness, el sacrificio de animales al norte de Katmandú y un té hecho en un bote de hojalata, en una playa de Senegal, junto a los cayucos dispuestos a partir. Un cenote mexicano en el que me dio un ataque de pánico y el silencio de Petra a las seis de la mañana. Cada situación se grabó en mi memoria de forma indeleble y conformó lo que soy ahora, dando vía libre a mi inquietud por conocer, ver, saber.
En pocas horas parto hacia un nuevo destino: Jerusalem. Mientras piso sus viejas piedras y hago que me cuenten las mismas viejas historias, os dejo el blog abierto para que, quien así lo quiera, comparta “el viaje de su vida” con los demás. Como somos una pequeña comunidad inquieta y participativa seguro que no me echáis en falta ni un minuto. (Que de eso se trata)
Feliz semana para todos.
LaAlquimista
Fotos: C.Casado