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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿A quién se le disparará el fusil primero?

Si el primer día de mi estancia en Israel lo dediqué a explorar la ciudad vieja de Jerusalem mezclándome primero con las mujeres judías que lloraban frente al Muro de las Lamentaciones y espantándome después con el espectáculo bufo de los creyentes balcánicos y sudamericanos (mayormente) arrebatados en el Santo Sepulcro, dejo espacio en mi mente hasta el día siguiente para enfrentarme al reto musulmán.

(Portero de la mezquita. No me dejó pasar. -Obvio)

 Que no es únicamente religioso sino también político puesto que la división esquizoide que padece la geografía de la ciudad va mucho más allá de lo meramente islámico puesto que casi el 50% de la población palestina es cristiana de toda la vida, con pasaporte israelí y árbol genealógico centenario sin una sola gota de sangre judía.


(La cúpula sigue teniendo una pátina de un par de mms. de oro, donado por el de Jordania)

Supongo que se me verá el plumero cuando describa lo que vi en Cisjordania, lo que sentí a los pies del Muro de la Vergüenza que Occidente, de la mano de papá EEUU permite y contempla una vez a la semana –impertérrito el semblante- en cualquier noticiero de noticias sesgadas y manipuladas.


Queda un espacio sagrado en Jerusalem al que no pueden acceder los judíos israelíes: la Explanada de las Mezquitas (The Dome of the Rock, de mejor nombre). Situada pared por pared con el muro de las lamentaciones, los no musulmanes acceden a ella por un pasadizo elevado que bordea el Kotel (Muro de las lamentaciones), custodiado por los fusiles y uniformes palestinos de un lado y los fusiles y uniformes israelíes por el otro. Entre tanta metralleta, pistola y chaleco anti-balas el turista se convierte en viajero y el viajero en atrevido curioso que todo lo quiere ver aun a costa de pasar un rato más que desagradable pensando –cruzo los dedos- quién disparará primero en cuanto salte cualquier alarma por algún hecho fortuito que nada tenga que ver con una agresión.

 

(Anuncio de Servicios Públicos SOLO PARA HOMBRES en la Ciudad Vieja)

Como no hay coches, ni motos, ni los chiquillos juegan con petardos (por cierto, los niños están en el colegio o en sus casas, bien protegidos y escondidos, los de ambos bandos, enemigos ahora, vecinos desde siempre), no parece que los soldados de ambos sexos israelíes y los palestinos hombres de pelo en pecho que no permiten que sus mujeres toquen las armas, vayan a tener un ataque de locura conmigo en medio.

         

(Bajo este árbol, un palestino vino a pedirme fuego y cuando se lo hice notar me dijo que allí nadie hace caso de “ciertas” prohibiciones)

En las fotos no aparecen, pero juro que estaban todos allí mismo, sentados bajo los árboles, registrando mochilas o pidiendo pasaportes. Fumando un cigarrillo (en Israel se prohibe fumar en algunos sitios pero hacen lo que quieren), nada indolentes en su porte pero con la mirada aguda siguiendo la sombra de las turistas guapas, protegen el pequeño trozo de Jerusalem que los israelíes les han permitido conservar. (En ello tiene su participación el vecino rey de Jordania que tanto poder tiene en la zona)

Como no me es posible visitar la mezquita –por mi condición de infiel, que no de mujer- decido sacar cuatro fotos y marcharme a rumiar a otro lado. Ya sabía que me iba a cabrear y a jurar en arameo (o yiddis) contra todos los “dioses” de las Naciones Unidas, pero lo que no imaginaba es que el destino iba a poner en mi camino a Nadeer. Palestino de alma y corazón, hijo de árabes residentes en Palestina desde generaciones, tiene pasaporte israelí –como tantos otros miles de palestinos que viven en Israel- es cristiano “de toda la vida” y a pesar de sus recién estrenados treinta y siete años, acarrea desilusión, rabia y casi ninguna esperanza de que la situación en que se ve obligado a vivir mejore.

(Obsérvese la peculiar señal de STOP. No existen las conocidas por nosotros).


Gracias a su ayuda puedo alquilar un coche en una agencia palestina para entrar en Cisjordania y visitar Belén por mi cuenta y riesgo. El se ofrece a hacer de chofer cuando descubre que no sé conducir un Chevrolet automático y a acompañarme en un recorrido que, a lo largo de los días, sin él habría sido imposible e impensable.

 Cuando entramos en Belén y pasamos el Check Point obligatorio y mi vista se topa con el MURO de estas otras Lamentaciones se me encoge el corazón y el ánimo se me cae a la altura de las sandalias.

(Sandalias) 

Recorremos la zona durante horas y no tengo apenas ganas de visitar la cueva donde nació Jesucristo –qué importancia tendrá esto-, ni de aguantar la presencia de franciscanos y ortodoxos que se pelean agriamente por preservar su espacio que dicen sagrado. Todos quieren su parte del pastel (parte económica nada desdeñable) y salir los primeros en la foto.

 (Monje y monja rezando. -O durmiendo-)

(Lugar exacto del nacimiento de Cristo)

(Monjes custodios. Guardianes del tesoro. Ceñudos y despreciativos con la masa turística)

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La foto. Mis fotos. Me sobran los comentarios; que cada quien ponga los suyos si quiere.

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Un narguilé junto con la familia de Nadeer –ya de vuelta al barrio cristiano de la Old City de Jerusalem- remata un día intenso, duro, verborreico en mi inglés macarrónico y regreso al hotel con la sensación de no estar de vacaciones sino de ejercicios espirituales entre locos e iluminados armados hasta los dientes en sus trincheras vacías de humanidad.

Mañana hablaré de los pajaritos que me gusta escuchar por la mañana mientras desayuno. Esto hay que dejarlo reposar…

En fin.

LaAlquimista

Fotos: C.Casado

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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