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Cecilia Casado

A partir de los 50

Un “milagro” de lo más normal

Ocurrió la semana pasada y tal como me lo contaron lo voy a relatar yo. Hechos escuetos sin florituras ni mensaje subliminal y que cada uno piense lo que le apetezca o mejor le cuadre. (Los hechos transcurren en Bilbao)

De regreso a la ciudad, después de pasar el día haciendo trabajo de campo, un hombre joven coge a última hora de la tarde el Metro en la estación de Baracaldo. Hace calor, él está muy cansado –por motivos laborales y preocupaciones personales- y el trayecto lo utiliza para embeberse en sus pensamientos. Lleva la típica bolsa con su ordenador Mac y su soporte. Cuando llega a su estación de destino, sale del vagón olvidando en el asiento la bolsa con el computador, pero cuando se percata del error ya es demasiado tarde; el tren y él han abandonado la estación.

Más por desesperación que por confianza, se pone en contacto con la oficina pertinente donde le indican que no se haga ilusiones, pero que habrá que esperar cuarenta y ocho horas para ver si alguien ha recogido (y devuelto) lo olvidado. Como es fin de semana intenta aceptar lo ocurrido pues él bien sabe que por “las cosas materiales no se llora”.

Pero el lunes, confiando en una corazonada, telefonea a la oficina de Metro Bilbao donde le comunican que en la central de Baracaldo custodian la bolsa con el ordenador que fue recogida y entregada por una persona que viajaba en el mismo tren.

A partir de aquí tendría que terminar de llenar la hoja con diversas consideraciones acerca de que el Universo devuelve lo que alguna vez se le dio o de que si se participa en una continua “cadena de favores” siempre habrá recompensa. Cuando el protagonista de la anécdota me la relataba, no estaba especialmente exultante –ni mucho menos sorprendido- por el hecho de haber recuperado tan valioso objeto, es más, le parecía “lo más normal del mundo” porque, decía, “yo jamás me he quedado con lo que no es mío, así que pienso que los demás van a hacer lo mismo”. Bendita antítesis de esa porquería institucionalizada de “piensa el ladrón que son todos de su condición”.

No olvidemos que el verdadero protagonista de la anécdota no es mi amigo el olvidadizo, sino la persona que se encontró el ordenador y, siguiendo su instinto humanista, lo devolvió sin dejar más rastro que el de su honestidad.

En fin

(La Luna ayer noche, desde donde yo la vi, fantasmal e inquietante. Hasta las tantas filosofando e intentando pasar el “susto” con un buen gintonic)

(El viaje a Israel se queda guardado en el archivo hasta nueva orden. Que yo también tengo saturación de humus)

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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