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Cecilia Casado

A partir de los 50

Tres brujas quemando lencería

              

Después de un día muy caluroso, la atardecida da un respiro al cuerpo y es el momento para acercarse hasta el pueblo –mediterráneo, pesquero y turístico- para ver gente, que tanto aislamiento bucólico no puede ser bueno para el body. Hoy somos tres y les damos una vuelta a los escaparates –en algunas tiendas ya han empezado las rebajas de verano (coherencia con el calendario se le llama a eso)- antes de sentarnos a “hacer el vermouth”. Curiosamente, el paseo marítimo está en todo su esplendor con los colores del ocaso pero adolece de una falta de la multitud habitual. ¡Qué raro! Es jueves, víspera de festivo por estos lares y deberían estar las terracitas a rebosar…

A eso de las diez de la noche, cuando emprendemos camino de regreso a casa, al pasar por delante de la larga y un poco salvaje playa de dar paseos matutinos y albergar reflexiones nocturnas, observamos que una cantidad inusitada de vehículos está aparcada a ambos lados de la carretera, mientras vemos sombras sin cuento en la arena y fuegos dispersos tanto por tierra como por el cielo. ¿En qué estamos pensando que no nos hemos preparado para la noche de San Juan, nosotras que somos brujas (o sorgiñas) donde las haya?

Así que, en menos de lo que se tarda en decirlo, cargamos el coche con sillas y tumbonas, coca (de avellanas), frutos secos y el cava que siempre hay en el frigorífico por si ocurre una emergencia insalvable, nos abrigamos porque la noche se avecina fresquita y dedicamos un par de minutos a pensar qué podemos quemar que nos resulte superfluo en esta noche de purificación universal. Como los muebles pesan mucho –y son necesarios- y los libros son sagrados, en un arranque de ingenio decidimos quemar nuestro pasado sexual erróneo y para ello elegimos sendas prendas de ropa interior.

De vuelta a la playa, montamos el chiringuito detrás de un catamarán solitario y comenzamos con el rito. Una hoguera pequeñita –un par de periódicos viejos que había en el maletero ayudan a prender la cosa- y, silenciosas y circunspectas, cada una pensando vaya usted a saber qué (o en quién) arrojamos al fuego las prendas íntimas y vividas que nos habían acompañado durante algunos buenos –o menos buenos- momentos.

Parecerá una tontería y que eran los vapores etílicos, pero durante un rato R. miraba al infinito y casi se puso triste, servidora recitó el sortilegio mágico que me enseñó mi abuela para alejar “a la gente somorra” y A. nos miraba con su sonrisa de niña buena levantando su copa a la salud de todas. Después, nuestros vecinos de oscuridad y playa montaron su propia fiesta con cohetes, petardos, fuegos de artificio y fumatas perfumadas que hicieron que la noche se alargara hasta bien entrada la madrugada.

Esta mañana, a la hora en que los pájaros comienzan a piar animándonos al nuevo día, me he dado cuenta de que quemé las de encaje negro… Por algo será.

En fin.

Feliz día de San Juan desde el otro mar.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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