Una se acuesta con la conciencia tranquila y el cuerpo en penitencia y cree que va a dormir y descansar a la vez –que no siempre forman dúo estas dos actividades- y resulta que el runrún de la maquinaria cerebral, esa sordina fastidiosa e inevitable, hace de música de fondo al sueño, zumbando como pulga en la oreja.
Pequeñas cuestiones que se archivaron sin zanjar, problemillas modelo “el tiempo pone a todos en su sitio”, asuntos a medio plazo que esperamos se solucionen por intervención divina y ese caballo de batalla inconfesable al que todos damos forraje haciendo como que el espíritu no se entera.
Pero el cuerpo es sabio porque la mente funciona aunque no queramos que funcione, y enciende todos los chivatos habidos y por haber –rojos, amarillos y sonoros- de forma que nos va avisando de que quedan cabos sueltos que pueden hacer que las velas se vuelvan locas cuando queramos hacer una simple bordada.
¿Por qué si sabemos que la madre del cordero está ahí delante, bien identificada, con un cartel enorme en el que pone “He aquí el problema” hacemos como si no fuera con nosotros la cosa y nos dedicamos febrilmente a cualquier otra actividad que sirva de parche sor virginia o de inane distracción?
¿Por qué me hago preguntas raras a esta hora de la madrugada en que sólo deberían estar despiertos los que trabajan o los que están compartiendo la noche?
La respuesta sigue zumbando en la mente como pulga en la oreja mientras espero que llegue el amanecer para poder dedicarme a otros menesteres.
En fin.
LaAlquimista
(A Vodafone se le ha caído la conexión inalámbrica prepago de TODOS sus puertos USB del Estado durante más de 4 días. Todo un logro difícil de igualar)