Estos últimos días han sido estupendos. Estupendos para demostrarme a mí misma cuánto puedo y cuánto no puedo hacer estando sola y solitaria.
Para empezar, sin conexión a Internet gracias a la compañía Vodafone que lleva casi seis días sin dar cobertura a todos los “pinchos” prepago de este país llamado España. Ni en las cumbres pre-himaláyicas se ha visto tal hazaña perpretada impunemente. (Así pues, héme aquí en la Biblioteca del pueblo).
Para seguir, los vecinos de arriba han conseguido reventar sus tuberías (no imagino cómo) y que el techo de la cocina de mi casa casi se caiga por efecto del agua. (Seguro, peritos, reparación, agujero, pintura y demás delicias domésticas).
El viernes hubo una ventisca de las buenas y el toldo de la terraza se desprendió de uno de sus anclajes, ocasionando una buena avería. Ni sé cómo pude afianzarlo con cuerdas al barandado para que no cayera al jardin. Sábado matutino de operarios, polvo y factura de reparación de igual importe que el abrigo que me suelo comprar todos los inviernos.
De resultas de la fiesta de la víspera de San Juan, una de las tumbonas de playa quedó mal varada en el maletero del coche obturando la cerradura. Resultado: lunes de agencia oficial con desmontaje de portón incluido por el módico precio de una cena con pescaditos, romescada de mero y crema catalana.
Resumiendo: que llevo unos cuantos días dedicada a “mis labores” que han consistido fundamentalmente en tratar con los gremios, desgañitarme con los de Vodafón que no dan razón, llevar el coche al taller y curarme el moretón que me produjo la barra del toldo cuando me golpeó en el hombro al intentar sujetarla con mi superhipermegacósmica fuerza física…
Conclusión: que ya me dirá alguien cómo se solucionan todos estos problemillas con un golpe de melena.
Como decía aquel increíble personaje de Fellini: “Un uomo, vogglio un uomo…!
En fin.
Sed felices hoy también.
LaAlquimista