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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Por qué sólo puedo dormir cinco horas?

Algo falla en el mecanismo que regula la naturaleza humana. Y no solamente en cuanto a capacidad de desarrollar maldades varias (ayer nos fuimos a la cama con la barbarie acaecida en Noruega en el corazón), sino que se dan paradojas difíciles de aceptar. El sueño. La necesidad de dormir. Aquí alguien ha cometido un error de difícil reparación…

Porque digo yo que a una persona joven, pletórica de energía, rebosante de fuerza, de salud, de vigor, con la analítica en su sitio y sin ficha en el Ambulatorio, debería serle suficiente dormir cinco horitas de nada y el resto –que son muchas todavía hasta veinticuatro- poder dedicarlas a la maravillosa aventura de la vida. Pues no. Los jóvenes se la pasan durmiendo y más porque no pueden. Mucho cacarear, pero a la hora de la verdad, después de una juerguecita de nada, al día siguiente son zombies penosos que vagan por el pasillo dándose trompicones contra las puertas.

Tanto por descubrir, tanto por experimentar, probar, degustar, conocer, ver y sentir y… ¿dormir diez horas? Qué desperdicio, qué absurda contradicción entre ese marchamo que enarbolan orgullosos, “soy joven, qué pasa” y la pobre realidad.

Y ahora nosotros; los que estamos en esa tierra de nadie que se pisa por primera vez cuando se cumplen los cincuenta, los que ya somos algo más que adultos sin ser todavía ancianos (¿maduros? ¡qué horror! Yo no quiero estar madura porque el siguiente paso va a ser pudrirse, como la fruta), los que vamos camino de los sesenta y de lo que haya después –y que no falte- ¿por qué cada vez dormimos menos? Si ahora es precisamente cuando deberíamos ser bendecidos con ese regalo que es el descanso, el bien dormir, que ya no tenemos tanto por descubrir y vivir y lo que deseamos –dispuestos a firmar donde haga falta- es poder estar en los brazos de morfeo por lo menos ocho horitas al día…

Pues no hay manera. El cuerpo, el espíritu y la mente se ponen de acuerdo y deciden que con cinco horas basta y sobra y entonces viene la rebelión, la lucha que sólo se puede vencer con pastillas, o santa paciencia, batallas ganadas en una guerra perdida de antemano.

Sin embargo, dicen que el cuerpo es sabio, escuchémosle… ¿no será que si sólo puedo dormir cinco horas, que si a mi cuerpo le son suficientes esas horas que a mí me parecen escasas es porque me está enviando un mensaje que soy incapaz de entender?

Igual es para que aproveche hasta la última hora que me es brindada para disfrutar de estar viva, lo mismo es que, conforme se nos va haciendo más escaso el tiempo que nos queda, nos regala la posibilidad de aprovecharlo a ultranza, un regalo que no estamos preparados para valorar…

Desde que duermo cinco horas nada más, en vez de cabrearme con el mundo o tomarme una pastilla, los días se me hacen más largos, más intensos, puedo hacer más cosas, leer más libros, pasear a horas hermosas, ver las películas que me faltan y soñar todos los sueños que todavía quiero soñar. Ya no me quejo más, lo juro.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2011
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