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Cecilia Casado

A partir de los 50

El abuso de poder; un lujo al alcance de cualquiera

En estas noches cálidamente mediterráneas apetece salir a dar un paseo nocturno con la excusa de bajar la cena. Y teniendo el mar a cinco minutos andando es fácil recalar en locales que viven del turismo intenso de cuatro o cinco meses al año. Es el caso del “Portobello” un Lounge Bar con jardín, exquisita música y bebidas preparadas con mucho mimo. Ayer noche la terraza estaba a rebosar, pero el camarero –italiano él y residente en Londres excepto en la época veraniega- nos atendió con amabilidad inusitada, explicándonos cómo la diferencia entre un “escocés” y un “irlandés” no estriba únicamente en el helado o el chantilly, sino en el tipo de copa y que el primero lleva unas gotas de whisky para aromatizar el café y el helado de vainilla mientras que el segundo respeta por separado los sabores dejando el alcohol como un poso denso y perfectamente definido. Sin azúcar, por favor.

El ambiente era tan tranquilo y relajado que ni siquiera hacía falta hablar; bastaba con escuchar el ruido de la rompiente justo donde alcanzaba nuestra vista a hollar la oscuridad no contaminada lumínicamente. Una playa con luces pierde todo su encanto.

Pero de repente se organizó una trifulca a base de gritos desaforados en la zona de la barra. Nuestro “amigo italiano” era interpelado furiosamente por el “capo” de turno –el encargado del local- por “andar remoloneando con los clientes y no ponerse las pilas”. Servidora, que está acostumbrada a que las broncas tengan lugar a puerta cerrada –por aquello del respeto a la dignidad del otro- puso la antena y activó la adrenalina.
De forma vergonzosa, el jefecillo (que no el dueño), cargado con toda la mala leche de una vida infeliz (supuse) vomitaba sobre el empleado su peor educación y la gama completa del carácter español. (O catalán, tanto da)

El camarero replicaba, elevando la voz también, que él había venido a España a trabajar, no a aguantar los malos modos de los españoles, que él era camarero “de profesión” y sabía cómo tratar a los clientes para que volvieran al bar, que servir copas caras no está exento de amabilidad y simpatía y una serie de razones –todas lógicas, válidas y coherentes- que el otro, el jefecillo, acallaba con sus gritos de “!mañana no vuelvas!”.

Cuando nos vino a cobrar –el maleducado empleador- le dijimos que nosotros tampoco pensábamos volver al día siguiente ya que lo mejor del bar era el camarero amable y si nos iba a atender alguien con tan malos modos como él… Nos miró sonriente y, como quien se aparta una pelusa de la chaqueta, contestó: “ disculpen ustedes, pero ya saben que en hostelería hay que tener mano dura…”

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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