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Cecilia Casado

A partir de los 50

Quincuagésimoctava edición


Hoy debería mirar atrás, pero no quiero. Más por llevar la contraria que porque me parezca inane la costumbre de hacerlo, a fin de cuentas, con los años, uno afina tanto la memoria que va remodelando la propia existencia y tapando las grietas y disimulando los desconchones anímicos en la medida de lo posible ya que una autobiografía resquebrajada y a punto de derrumbarse no es precisamente el trofeo que nos apetezca exhibir ante los demás y ante nosotros mismos.

Dicen que hay que revisar el pasado para aprender de los errores cometidos, pero quien eso preconiza no tiene en cuenta el olvido disperso que planea sobre tanto calendario, que si recordásemos todos los malos pasos –para no volver sobre ellos- no tendríamos tiempo de vivir el ahora, nos quedaríamos dando vueltas alrededor del tiempo pasado sin ánimo para conjugar el presente de indicativo que es, a fin de cuentas, el único que permite decir en voz alta –y con verdad- yo estoy viva, tú estás vivo, él está vivo…

Cada nueva edición de mi existencia –ese año que se inaugura hoy y que durará –espero- hasta el próximo doce de Septiembre- acostumbro a festejar la vida y todo lo que se me ha dado. Hago repaso de cuanto bien anida en mi alma, paso lista a las esperanzas para que no se me despiste ninguna, nombro –una a una- a todas las personas a las que amo, digo en voz alta sus nombres, despacio, morosa y amorosamente, y siento el silencio en los huecos de los que faltan, de los que se han ido de la vida o han salido de la mía.

Repaso mi rostro en el espejo y saludo a las nuevas arrugas que ahora me acompañan –huellas de todas las risas del último año-; no hay surcos de lágrimas, en el álbum de mi piel no guardo fotos de tristezas, ni cicatrices amargas que he ido cubriendo de otras nuevas esperanzas. Al fondo de mis ojos no brillan más que los buenos momentos, los ojos que me han sonreído, las chispas que me han prendido. Sobre el cutis está el nuevo día limpio, recién lavado, dispuesto y contento.

¿Cuáles serían mis amarguras si me pusiera a buscarlas? ¿Cuáles mis penas, dolores y pasiones si volvieran todas juntas un segundo apenas? ¿Quién la mujer que las acogiese…? No yo, ciertamente. Mi vida es el hoy, lo que cabe justo en mis manos y abarca mi corazón. El regalo del amor recién horneado por las manos suaves de mis hijas, unas cuantas caricias en el alma para cuando las necesite y la seguridad de que ahora, mientras esto escribo, estoy viva y feliz por todo lo que soy. Más que suficiente para inaugurar esta quincuagésimoctava edición.

En fin.

LaAlquimista

Foto: pues a ver…

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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