Lo hacen adrede, estoy segura.
De mi casa a la parada más próxima de autobuses hay cinco minutos andando y un semáforo que dura una eternidad. Desde la acera, con el rojo por delante, veo mi autobús en la parada. Miro hacia la izquierda, veo que entre el coche que pasa y el siguiente media una distancia considerable y me la juego: echo a correr, atravieso la avenida y avanzo con la lengua fuera hacia el autobús. El conductor me ve, -cómo no verme si tiene que mirar para salir de la parada- y justo cuando ya llego –desaforada- a la altura de la puerta delantera, la cierra y mete la primera. Un segundo de reloj, oiga. Por supuesto, mantiene la vista al frente y me ignora olímpicamente. Bueno, es lo que hay –me digo- la próxima vez saldré de casa cinco segundos antes…
Boulevard, nueve de la noche. Desde la esquina de la Bretxa veo que mi autobús está en la parada; como no me fío un pelo echo a correr –qué vida la mía, todo el día corriendo en pos de la felicidad- y llego justo cuando cierra la puerta y mete la primera. Pero… pero el semáforo está en rojo, no puede avanzar, así que, ingenua de mí, le toco en la puerta “toc toc” a ver si es tan amable de… y…oh milagro donde los haya, abre las puertas y me sonríe. Le doy las gracias cuando recupero la respiración y, de repente me doy cuenta de que es el mismo chófer que, tres horas antes, me ha hecho la jugadita pero al revés.
Sin embargo, en la parada siguiente, deja en tierra a una señora que llegaba renqueante –y un segundo tarde- al cierre de puertas. A unas extranjeras cargadas de maletas les contesta nada a la pregunta “bas esteison, plis?” (menos mal que otros viajeros se brindan a informar a las guiris) y la curva de Pío XII la toma como si estuviera probando un SIMCA 1000 con doble tubo de escape y motor trucado (hace veinte años, claro).
El caso es que, me paro a observarle y parece un tipo normal; no tiene aspecto de psicópata tocapelotas (eso desde luego) así que sigo cavilando sobre cuál es el criterio que le hace ser amable ahora sí, ahora no. Yo creo que lo hacen adrede para no aburrirse, somos los seres humanos tan imprevisibles…
En fin.
LaAlquimista