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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Tonto el que lo lea”

Yo es que no tengo mucho sentido del humor; de hecho, en la  mayoría de las ocasiones, creo que tengo poquísimo. Porque, la verdad, nunca le  he visto la gracia a eso de burlarse del prójimo utilizando la –casi siempre  poca- inteligencia del burlador. Porque gastar una “inocentada” –como es  tradición en día como hoy- casi siempre consiste en utilizar armas para  humillar al otro. Y me explico. La gente se aprovecha de la buena fe para  colarte una mentira que puede ser creíble, si no, no colaría. El que maneja la  ironía, el sarcasmo y la mordacidad lanza andanadas de venablos –envenenados o  no- sobre quien no está contaminado por la falsedad y presenta todavía un
corazón puro para creer en ciertas utopías.

Lo de colgar un monigote de papel en la espalda del “tonto”  mira que tiene poca gracia… y sin embargo, parece que es lo que se enseña a los  niños, mira a ver de quién puedes burlarte, de quién puedes reirte, quién es  menos listo que tú y aprovéchate…

Inocentadas me han hecho muchas y muy buenas a lo largo de  la vida: soy la reina de la mofa y la befa. La mejor de todas fue cuando me  hicieron creer –bien orquestada la cosa y con complicidades imposibles- que  cada seis de Enero subían por el balcón de casa unos seres fantásticos que me dejarían  regalos si me había portado bien. Y me lo creí a pies juntillas. Otra de las  grandes que me tragué durante muchísimos años fue la de que había un ojo divino  que me veía siempre, estuviera donde estuviese –incluso sentada en el inodoro-  y que si hacía algo “malo” sería castigada por ello. Y también me lo creí hasta  que me entró “el uso de razón”.

Otra inocentada –porque yo seguía siendo inocente- fue la  del amor eterno y hasta que la muerte nos separe del matrimonio. Me creí como  un corderito al que llevan a sacrificar que las promesas realizadas “ante Dios  y ante los hombres” de respeto, amor, ayuda mutua y no sé qué más se iban a  cumplir únicamente porque las habíamos formulado.

Inocentadas buenas de verdad: las de firmar un “Contrato  Fijo” y que a la vuelta de treinta años estés en la calle cobrando el paro
porque te has hecho “mayor” y poco rentable para la empresa. O esa otra de que  le votes a un partido con una lista estupenda de promesas electorales y en  cuanto se sienta en la poltrona del poder “donde dije digo, digo Diego”.

Todas estas pequeñas, medianas y grandes desgracias ocurren  porque sigue habiendo “inocentes” de alma limpia y corazón abierto que creen en  la verdad, en la honestidad del ser humano y confían en que quien dice amar, lo  hace de verdad.

Pero no. Ya sabemos que no es así y hoy, veintiocho de  Diciembre, nos darán muchas más razones para seguir desconfiando del ser humano  porque alguien, más listo que nosotros, se nos reirá a la cara y nos llamará: !“Inocente,  inocente”!

Lo dicho; que no tengo sentido del humor.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:

laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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