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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de voyage” Mexico D.F.

 

Veintidós millones de habitantes censados y me siento en casa nada más llegar, quizás sea porque no vengo como turista sino con el deseo de compartir el día a día de mi familia, así que me lanzo a la calle con el corazón dispuesto a ser feliz aquí también, como una madre viajera que desea descubrir la esencia de una ciudad y sus gentes y compartirla con ellos en la medida de lo posible.

 

La colonia Roma es un barrio singular, pintoresco y francamente bonito, sin ningún riesgo añadido que enturbie el ánimo y con terracitas y cafés donde se come y bebe bueno y a buen precio. El desayuno del primer día, y teniendo en cuenta que es domingo, procuramos que sea algo especial: jugo de papaya y toronja y mango dulce como un despertar en brazos amorosos. Después unos huevos rancheros, con su salsa de tomate y sus frijolitos y un café como está mandado, ya tenemos el pertrecho suficiente para encarar un buen paseo hasta el cercano mercado de Medellín.

 

Lo primero que hago en una ciudad es visitar el mercado más pintoresco –las iglesias pueden esperar- que es donde se le toma el pulso al paisanaje. Como en toda capital que se precie, el mejor pescado llega aquí aunque el mar esté a casi quinientos kilómetros y nos proveemos de unas magníficas ostras…!que nos venden, ya fuera  de la valva, listas para el consumo! Tal parece que aquí se las comen a puñados y sin la tontería del limoncito y una a una…!a lo grande!

 Es domingo de Carnaval y la multitud invade las avenidas cerradas al tráfico y pobladas de ciclistas felices bajo un sol inclemente. Unos bailan, otros cantan y todos comen y beben continuamente abasteciéndose de los mil y un puestecillos que pueblan las calles. La barahúnda es total y absoluta y nos mezclamos con ella sintiéndonos aceptados. ¿Turistas? Poquísimos hasta que llegamos a la inmensa plaza del Zócalo donde es reunión inevitable de los extranjeros de short y zapatillas. Jugamos a cruzar la calle jugándonos la vida porque la preferencia la tiene siempre el coche; sí, he dicho bien. El peatón es un mal necesario que pulula por las calles molestando a los conductores de vehículos… como hormigas en la senda de los elefantes. Te armas de sonrisas y piensas: “pues ya pararán, si quieren” y la experiencia comienza.

 

Lo mejor es hacerse una “limpia” para que se vayan con viento fresco las malas energías que podemos traer a este país y les damos el gusto de que se rían con nosotros de nuestra buena voluntad. A cambio, apreciamos justamente el maravilloso museo del Templo Mayor donde duermen las piedras hermosas de la pirámide que se erigía justo en mitad de la plaza y cuyas ruinas no fueron descubiertas hasta hace treinta años.

 

 

 

El dinerito español en Mexico hace chiribitas; es decir, se duplica o triplica si nos integramos con sus habitantes. ¡Qué delicia una comida rica, sabrosa y abundante por la gloriosa cantidad de seis euritos por persona! Por supuesto que hay lugares carísimos y otros todavía mucho menos onerosos… pero nos vamos a mover como lo que somos: personas sencillas de clase media sin ínfulas de ningún tipo.

 

Hoy es un día intenso y aprovechado al máximo. Una visita a la torre latinoamericana y a su terraza del piso 44 nos deja con la boca abierta ante la contemplación de la inmensa megalópolis con sus volcanes nevados al fondo. Mexico/Tenochtitlán está construida sobre una laguna, así pues, poquito a poco va hundiéndose y ese hecho le confiere una especie de embrujo añadido, la hermosura de lo efímero en el tiempo eterno.

 

Una réplica perfecta en bronce del David de Miguel Angel se baña en la plaza de Río de Janeiro mientras una niña celebra “sus quince años” vestida con tules anaranjados y cola de dos metros. La familia la rodea y vitorea mientras el fotógrafo oficial dispara inmisericorde; son felices celebrando sus costumbres como nosotros hacemos muchas veces el ridículo celebrando las nuestras. Un testigo de Jehová nos asalta en inglés porque nos ve “güeras” (blanquitas y rubias).

 

 

La “puerta del cielo” me saluda bañada en un sol azteca desde la nave lateral de la Catedral Metropolitana, como si el viejo recuerdo de las lágrimas de Moctezuma quisiera hacerse presente. Se hunde la catedral y todo el mundo lo sabe, así que las pisadas se tornan silenciosas y si cabe, incluso, un punto más devotas.

 

Afuera, el sol y el calor lo invaden todo y la bandera patria mastodóntica aletea por encima de varios camiones cargados de material militar con forma humana. No incomodan, pero no colaboran a dar un aire acogedor a la plaza. Los mil puestecitos de comidas imposibles (patatas fritas rojas, churros rellenos de algo parecido a la salsa de tomate y limonadas de colores) enloquecen a la pituitaria europea acostumbrada a reconocer y etiquetar los olores.

 Todo es nuevo ahora, impactante y felizmente bienvenido. Vivir aquí o allá no tiene importancia; lo importante es saberse querido allá donde se esté.

 

Las jacarandas están empezando a florecer y la noche se llena de fragancias acogedoras. Es el momento perfecto para pararse a escribir, como cada final del día, tres cosas que nos hayan hecho felices hoy: estar con los míos, saberme en paz y poder dar las gracias a quienes me sueñan desde Donosti.

 Cualquier lugar es bueno para vivir si se es capaz de vivir con uno mismo…

 En fin.

 LaAlquimista

Fotos: C.Casado

Por si alguien desea contactar: Laalquimista99@hotmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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