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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de Voyage” La Virgen de Guadalupe en Mexico

 

 Virgen no hay más que una y a ti te encontré en la calle, o lo que es lo mismo ¿cuántas madres tuvo Jesús de Nazaret? Vaya, ya me ha salido el toque irreverente, pero lo que voy a contar es paradigma de una religión bien instrumentada.  La Virgen de Guadalupe mexicana se apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin (ya canonizado por la Iglesia Católica) en el cerro de Tepeyac de la capital mexicana allá por el año 1531. De entonces a hoy ha llovido mucho –gracias al dios Tláloc- y la devoción mariana está extendida por este país como algo consustancial a su naturaleza.

 No teniendo nada que objetar al respecto y como mera espectadora, me dirigí a la Villa de Guadalupe, “la Villita”,  a las afueras de Ciudad de Mexico, aprovechando que era Miércoles de Ceniza y comienzo de la Cuaresma. La basílica de Guadalupe es el segundo templo cristiano más visitado del mundo (el primero está donde el Papa de Roma).

El templo originario no sólo se quedó pequeño sino que comenzó a escorarse peligrosamente por lo que en el año 1976 se inaugura la Nueva Basílica con cabida para diez mil personas. (Sí, diez mil). Es un engendro arquitectónico que pasará a la historia como “neoclásico de mal gusto” y que conforma el famoso atrio de las Américas donde se reúnen fieles y peregrinos hasta cuatro millones en un solo día si es éste el de la fiesta de la Santa Patrona de Mexico.

 

La imagen de la Virgen se representa en un cuadro colgado de una altísima pared en medio de un corredor y para evitar las aglomeraciones hay unas cintas móviles, como las de los aeropuertos, para que los fieles la miren, la fotografíen o le recen en veinte segundos; ni uno más ni uno menos.

 

De ahí se accede al interior de la gran nave convertida en iglesia, y que sigue recordando al hall de un aeropuerto, eso sí, con bancos corridos y asientos para los fieles. Banderas de todos los países católicos flanquean uno de los costados, y flores, muchas flores. Filas de docenas de personas ante los confesonarios; fieles de rodillas con sus familias al completo, un runrún de rezos en el aire y devoción manifiesta.

 

Decidí visitar primero lo más feo para poder compensarlo con lo estrictamente correcto de la Antigua Basílica que proporciona una sensación de vértigo que ataca por sorpresa nada más pisar sus losas de mármol, tanto está escorada la iglesia. Literalmente te mareas, por lo que no queda más remedio que sentarse e hiperventilarse con cierta avidez.

 

 

El cerro de Tepeyac es un bonito jardin con esplendorosas vistas sobre la ciudad; lugar idóneo para departir con los visitantes del lugar –cuatro guiris entre cientos de mexicanos- y atemperar el abrasador sol con jugo de frutas o agua de Manila. No quiero ni imaginar el calor que hará en verano si ya castiga de esta manera a mediados de febrero.

 

Indias con el pelo trenzado casi hasta el suelo, familias enteras con bebés en brazos, ancianas sonrientes, parejas de novios de luna de miel, variopinto abanico de sonrisas y amabilidad a flor de piel. Pegar la hebra es lo mío y los mexicanos no se quedan atrás; de hecho fueron ellos los que nos interpelaban ¡en inglés…! Porque claro, blanco y en botella de cristal… es lo mismo que altas y rubias… y el encanto quedaba establecido en cuanto silabeábamos en el mismo español que ellos… aunque parece ser que el acento vasco se traduce por acento argentino y así lo identificaron en varias ocasiones. (¿?)

 

Los lugares de complicado y acendrado acervo religioso/cultural suelen estar impregnados de una energía especial, no siempre, según propia experiencia, beneficiosa o dotada de buen fluir. Es una mezcla profusa de amargura, esperanza, dolor y sufrimiento y, evidentemente, en el aire que se respira, además de la contaminación inevitable, se masca una especie de “yuyu” que conturba el ánimo. Es la misma sensación que he vivido en otros lugares como el Santuario de Lourdes, en Fátima o en el Vaticano, sensación que, personalmente, se traduce en la necesidad de marcharme de allí lo más rápidamente posible. Cosas mías, por supuesto.

 

Os dejo las fotos que valen más que mis palabras y os animo a compartir similares experiencias que hayáis podido vivir. Que viene el fin de semana…

 Un abrazo para toda la tropa lectora y para los sargentos de semana.

 LaAlquimista

 Por si alguien quiere contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 Fotos: C.Casado

(Reportando desde Mexico para el blog donostiarra)

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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