Cómo diferenciar un turista de un viajero. Punto final del viaje a México. | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cómo diferenciar un turista de un viajero. Punto final del viaje a México.

 Parto de la base de que a nadie le gusta que le llamen por la acepción peyorativa de las cosas y que todos preferimos inclinar la balanza hacia el lado que nos resulta más favorable en cualquier aspecto. Así que la “crítica” subsiguiente está hecha con humor y poniéndome a mí misma de ejemplo de todo lo que haya que criticar y reir si hace falta.

 Por lo que tengo visto el turista suele ser una persona que viaja para contar a sus amigos y familiares que ha ido a un sitio estupendo a donde los demás no han podido ir. No importa mucho si el lugar elegido tiene grandes monumentos que albergan historias dignas de relatar o no; lo que valora por encima de todo es que esté de moda o tenga glamour o sea exótico y caro o todo a la vez. El turista viaja para cumplir con el rito de “dar sentido” a las vacaciones.

 Por lo que tengo visto el viajero viaja para acumular experiencias de sitios con cultura y costumbres diferentes a los suyos y observar concienzudamente todo lo que ve para así incorporarlo a su acervo humanista que no siempre está compuesto de motivos espurios. Muchas veces viajará a lugares recónditos que los demás tendrán que buscar en el mapa, pero que a él se le antojan mucho más atrayentes que cualquier lugar de moda.

 

El turista firma y acepta las siguientes condiciones que no siempre vienen expresadas en letra pequeña:

 –         Viajar en grupo. Comer en grupo. Sacar fotos en grupo.

–         No tomar decisiones de ningún tipo.

–         Ir a dónde le lleven sin protestar demasiado.

–         Sentirse seguro y conforme siguiendo al líder de la manada.

–         Comer y beber sólo lo que sea capaz de reconocer en el plato.

–         Visitar los lugares de interés a golpe de silbato (¡quince minutos para las fotos!)

–         Acudir a las fábricas y tiendas de artesanía para comprar compulsivamente y luego comparar precios en el autobús.

–         No mezclarse con los lugareños y/o aborígenes del lugar. (Por si las moscas).

–         Creer a pies juntillas que el país visitado supone un peligro para él si se separa del grupo/rebaño.

–         Considerar las costumbres foráneas peores, de mal gusto o simplemente, inferiores a las suyas propias y a las de su país de origen.

–         Dar por válida cualquier información que le proporcione su guía sin cuestionarla mínimamente. Aunque le cuenten burradas.

–         Gastar un montón de dinero sin ton ni son o por lo menos igual que los demás.

–         Vestir como un turista para que no le confundan con un viajero/pelagatos.

 

 

El viajero se distingue específicamente por (y esto no está escrito en ninguna parte):

 –         Viajar por libre haciendo lo que le da la realísima gana en todo momento.

–         Decidir a qué hora se levanta, a dónde va y cuánto tiempo se queda en cada sitio.

–         Sentirse seguro con su propia seguridad traída en el equipaje.

–         Conocer idiomas; cuantos más mejor. Es la única herramienta para comunicarse con éxito con los semejantes.

–         Ir casi siempre justo de dinero porque no lo emplea en fruslerías.

–         Disfrutar probando la gastronomía de los países visitados sin pensar que “no tienen ni idea de comer” y no temer que le haga daño.

–         Deleitarse con los monumentos, palacios, jardines y sitios de interés que visite dedicándoles el tiempo que el estado de ánimo precise.

–         No llevar reloj.

–         Adquirir recuerdos únicamente con valor emociones como recuerdo de la experiencia del momento.

–         Pegar la hebra con las gentes del lugar y preguntarles por sus costumbres e intercambiar informaciones valiosas.

–         Sentir que se enriquece con el conocimiento que va adquiriendo del país visitado.

–         Reflexionar sobre el alcance de una cultura diferente a la suya que le es dado conocer.

–         No ir disfrazado de turista.

 

 

En definitiva: ser turista es cómodo, fácil y caro. Ser viajero es interesante, tiene su complicación y siempre resulta mucho más barato.

 

 

Releyendo lo escrito, no me queda más remedio que aceptar que estoy poniendo al grupo número uno (el turista) más o menos a parir en comparación con el grupo número dos (el viajero) que además es al que pertenezco. Y, la verdad, quisiera arreglarlo y que nadie se me enfadara por mis opiniones, pero no se me ocurre cómo hacerlo. Supongo que esto es como todo lo que hacemos, que tiene relación directa con nuestra personalidad, con el temperamento que arrastramos y el carácter que llevamos a cuestas, que nuestro acervo de experiencias ya nos ha ido marcando un camino que es muy difícil  desandar y algunas cosas más.

 

Sirva en mi descargo que no he hecho mofa de la manera de vestir de unos y otros, ni tampoco me he ensañado con la supuesta superioridad social que se les admite a los de un grupo sobre los del contrario. Porque lo que sí son es irreconciliables; es como en los toros, o estás en el ruedo o los ves desde la barrera o… te quedas en casa.

 

En fin.

 

**Mientras me dedico a desandar el camino y volar sobre el Atlántico de vuelta a mi Donosti querida, dejo aquí mis reflexiones que espero sirvan de pequeña polémica para animar el blog hasta el próximo martes. Saldré del D.F., hoy domingo dieciocho de Marzo a la hora de la merienda y llegaré al “diecisiete” el lunes diecinueve a la hora de la cena –si los dioses así lo quieren oportuno y los pilotos de Aeroméxico no deciden lo contrario.

Guardadme el sitio mientras tanto y feliz lunes para las “aristócratas” de nombre Joxepa y derivados y para los “santos varones” de nombre JoseRa y otras hierbas.

Sed felices mientras cambio de continente con el mismo corazón.

Alqui.

Fotos: Cecilia Casado

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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