“La culpa no es tuya, sino mía”.- Cartas que no se envían
Anda que no he invertido horas –y hasta noches enteras- dándole vueltas a una inquietud imperativa porque no se me soluciona un problema que me amarga la existencia –toda no, sólo un poco- esperando a que sea la otra persona quien cambie de actitud hacia mí… y eso sabiendo en el fondo que nada había que esperar realmente.
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“La culpa no es tuya, sino mía por no darme cuenta de que dejo caer sobre tus hombros la responsabilidad de tomar una decisión que me concierne a mí.
La culpa no es tuya, sino mía porque insisto desesperadamente en que me des lo que yo creo necesitar sin darme cuenta de que me pongo en tus manos y me convierto en tu esclava.
La culpa no es tuya, sino mía ya que tu ausencia de mi vida corresponde al respetable deseo de vivirla a tu manera…aunque sea sin mí.
La culpa no es tuya, sino mía porque me emperro en que las cosas tengan que hacerse a mi manera, a mi acomodo y según mi forma de sentir el amor. O la amistad.
Pero antes de decirte que la culpa no es tuya –sino mía- tengo que hacer el examen de conciencia mínimo y necesario para aceptar que no puedo dejar en las manos de otra persona las decisiones que afectan a mi vida exclusivamente, que no debo darle a nadie el poder de intervenir en mis emociones a tumba abierta, como si yo no tuviera nada que ver en la consecución de mi propia felicidad (o de mi propia amargura).
La decisión es una pelota que está siempre en mi tejado. Soy libre ahora y siempre de elegir lo que quiero que sea mi vida, lo que prefiero que sea mi vida. Si estoy contigo, que sea porque así lo siento desde el fondo de mi corazón, no porque tú lo hayas querido. Si me alejo de ti, que sea porque ése es el sentimiento que marca mi camino y no porque tú me eches de tu lado.
¡Cuándo aprenderé de una vez que los hilos que mueven mi vida no debo ponerlos jamás en las manos de nadie!”
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