Para aprovechar el último día de estancia en Londres hice malabarismos buscando un vuelo que saliera tardíamente. De la misma manera que el vuelo de ida fue a las diez de la mañana y nos permitió aprovechar el primer día, este “fin de fiesta” tenía que ser algo especial, como digna continuación de la noche de ayer con teatro y cenita rica. Buscamos la conexión al aeropuerto de Luton desde la Estación Victoria y allí dejamos el equipaje en consigna a las nueve de la mañana y a las nueve y media ya estábamos…!en Chelsea! ¡Cómo irnos de Londres sin mostrarle a mi hija el barrio donde vivió Henry James, Agatha Christie, Wilde, Tolkien y…!Johnny Depp!

En el piso de arriba del bus rojo, llegamos hasta Sloane Square y nos fuimos deslizando con un capuccino en la mano por sus calles invadidas por el sol y la gente hasta la plaza donde reina por derecho propio la Saatchi Gallery. Un regalito de despedida para mi hija (y para mí) visitar sus salas diáfanas y llenas de buenísima fotografía. “Out of focus”, una muestra interesante y con entrada libre –otra vez todo gratis-, aunque no pudiéramos resistirnos a comprar el Catálogo de la Exposición -que luego provocaría una pelea por exceso de peso en el aeropuerto con los cancerberos de Ryanair.

 Una visita corta –una hora justa- para poder saborear un rato más el barrio de Chelsea y nos desplazamos a la segunda sorpresita que le tenía preparada a mi hija. Le había dicho que le iba a invitar a comer en un sitio donde “se puede encontrar cualquier comida” y ella no sé si pensaría que le iba a llevar a un buffet internacional, pero la impresión que le causó el lugar a donde fuimos para rematar la mañana no fue cosa baladí.

No es un restaurante propiamente dicho, sino unos grandes almacenes donde se vive (y se compra) fuera del tiempo y del espacio. Sí… exactamente…fuimos a Harrods. Pero que nadie se rasgue las vestiduras ni me crucifique porque es un lugar que hay que visitar para reflexionar. Claro está que estaba lleno de turistas inflándose a sacar fotos del altar hortera de Lady Di y su novio, de las estatuas egipcias de cartón piedra (o de lo que sean), pero el recorrido por parte de esta tienda nos dio para largas reflexiones y variados temas de conversación.

En la sección de mascotas, mujeres con burka compraban collares para perritos adornados con diamantes engarzados. En la charcutería vimos jamón “Joselito”, ostras de Arcachón, queso del Roncal (doy fe) y la fruta (de España) vendida por unidades –una naranja, one pound.

 Estaban de rebajas –como en todo Londres, que bajan los precios ANTES del verano, para motivar al personal a comprar,- y las ladies compraban con disimulo sus cositas de Hermés, Lanvin o Burberry’s con un sabrosote 30% de descuento. ¿?

Comer en Harrod’s es una “turistada”, ya lo sé, pero es también una experiencia (muy cara por cierto) y puedo asegurar que fue la comida más sabrosa y bien elaborada que ingerimos en todo el viaje.

 Volvimos tranquilamente a la estación Victoria y allí pillamos el bus hasta Luton. El avión salió puntual –como es enseña de la compañía- y cenamos en nuestro hogar mediterráneo, regalándonos un baño en la piscina antes de dormir para quitarnos el cansancio del viaje.

 Como todos los viajes que realizo con mi familia, éste ha sido “especial” porque hemos compartido las vivencias en un entente madre/hija que es algo tan hermoso y benéfico para el corazón que no soy capaz de explicarlo con palabras.  Estamos unidas a las duras y a las maduras… y éstas estaban en su punto.

 ¡Hasta la próxima!

 LaAlquimista

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 Fotos: C.Casado