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Cecilia Casado

A partir de los 50

El “pintxo-pote” une.

 

Jueves, siete y media de la tarde, barrio de Gros. La ciudadanía que se afana en sus cosas bajo el sol vespertino está a punto de presenciar uno de los últimos y más novedosos fenómenos sociológicos de esta pequeña sociedad en la que vivimos: el “pintxo-pote”.

 Evento espontáneo de movimiento de masas alrededor de los bares donde, por una módica cantidad (1,50€) se puede degustar una bebida y un pintxo. Tan acostumbrados estamos a que nos esquilmen por hacer vida social en la calle que esta iniciativa popular –de la que desconozco el origen, pero a cuyo pionero habría que darle un premio de marketing- ha tenido un apoyo y seguimiento multitudinario.

 Había que probarlo, así que hicimos una convocatoria rapidita y a la hora en punto ya estábamos allí un buen grupo con ganas de pasárnoslo bien. Pusimos un “bote” de 10€ por persona y empezamos la ronda. Caña de cerveza o vino del año. Ahí descubrimos que algunos bares te sirven el condumio en vaso de plástico y otros el pintxo en plato de idéntico material, para que no haya desbordamiento de cristal y vajilla en las aceras.

 Porque esa es otra: aceras invadidas literalmente por grupos de gente con el botellín en la mano y las conversaciones cada vez en voz más alta. ¡Cómo no! ¡A ver quien es capaz de divertirse en silencio! Una ancianita simpática se dirigió a nuestro grupo “a partir de los 50” y nos preguntó si era que regalaban la cerveza… ¡no podía imaginar que no fuera gratis!

 Como no podía ser de otra manera, al cabo de cuatro “estaciones” ya estábamos todos más que contentos, desplazándonos como una marea humana a salto de caballo ajedrecístico de bar en bar, buscando los que tenían una pequeña multitud en la puerta, obviando los que presentaban el aspecto usual de muchos pintxos en la barra y poca gente dispuesta a pagar los precios de diario.

Conforme avanzábamos en la ronda, la calidad de lo ingerido iba aumentando así como el tono de las conversaciones, la camaradería y las ganas de pasárnoslo bien. Para asentar el estómago rematamos la ingesta con dos raciones de pan con tomate y jamón, dos docenas de croquetas de hongos y una brocheta de langostinos por persona. Y llegó el dinero justo, justo. No nos lo podíamos creer, pero las sufridas compañeras que pidieron en la barra y pagaron religiosamente así nos lo hicieron saber. (Un aplauso para ellas) 10€ por persona y no nos cabía una miga (y una gota) más.

 Así que nos fuimos a bajar la cena a ritmo de música bailable –también hubo algo de jazz, pero no tanto- a las terrazas del Kursaal y la playa de la Zurriola, donde, entre una cosa y la otra, se nos vino la madrugada encima perdidos entre la multitud.

 Nos hacía falta un paréntesis en mitad de la semana; nos hacía falta hacer unas risas con los “compañeros de fatigas”, hablar de todo menos de la maldita crisis, reirnos del Gobierno y entonar el “que se jodan ellos”, agarrarnos de la mano y pegar cuatro saltos para aliviar las tensiones que, quien más quien menos, todos llevamos a cuestas.

 La ingesta de alcohol es voluntaria; también se puede pasar bien con un mosto o un botellín de agua o refresco. Lo que importa de verdad es el lujo de podernos reunir para compartir la energía de la buena, las ganitas de pasarlo bien y una actitud positiva ante la vida.

Y que no falte.

 Repetiremos.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2012
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