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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las mujeres tenemos que aprender a pedir las cosas…

 

Dicen los hombres que nosotras las mujeres deberíamos pedir las cosas que queremos en vez de andarnos con circunloquios y acertijos. Que cuando queremos, es un decir, hacer el amor, que no empecemos con el “fíjate que luna tan bonita”, sino que lo digamos claramente, que si no ellos no se enteran. Y para ilustrar la cuestión hacen montones de chistes e inventan decálogos desopilantes.

 Al final, creo que habrá que darles la razón porque ya sabemos que el fin no justifica los medios y que no pocas decepciones han venido después de una cenita con velas y cosas ricas sobre el mantel. Al final, habrá que observar detenidamente cómo lo hacen ellos y aprendernos el truco nosotras también. Es decir, algo tan viejo como copiar las estrategias del “enemigo”.

 

 Imagina que llega tu pareja a casa después del trabajo –o de hacerse la cola del paro- y en vez de tonterías del tipo me pongo sexy y tal y le hago lo de la Kim Basinger, le das un beso y le dices: “hala, dúchate que tengo ganas”. ¿Te imaginas la cara del interfecto? Seguramente correrá al cuarto de baño sin acabar de creérselo…y luego al día siguiente comentará la jugada con los coleguis del curro o los compis de la cola del paro. Pero luego, al día siguiente, lo mismo ¡eh! Sin cuartelillo. A ver cuánto tardaría en empezar a poner “excusas” de que está muy cansado, de que le duele la cabeza, de que se ha pasado todo el día trajinando de aquí para allá…

 Aprender a pedir las cosas, eso es lo que hay que hacer. Y cuando haya que hablar de las vacaciones de verano, en vez de dárselo todo hecho, apartamento alquilado o viaje al pueblo y tal, pues nada, oye, le dices que mejor que este año organice él las vacaciones, a donde quiera, eh, que elija él, que tú encantada de acompañarle.

Y con ese sencillo truco, una de dos, o te quedas sin ir a ninguna parte o te arrogas el derecho de montarle broncas hasta Navidad por haberte obligado a: ir a donde no querías, aguantar a quien no deseabas, llenarte de arena, llenarte de hormigas, aguantar bullas y ruidos, agotarte conduciendo y gastarte la paga en los demás sin pensar en ti misma.

  

La guinda del pastel es eso de volver a casa tarde –previo aviso telefónico por whatsapp- entrar con paso firme y decir: “¿Qué hay para cenar?”. Pueden pasar dos cosas: que te lo encuentres destrozando la cocina –en cuyo caso, ni mú y que recoja él si quiere y si no así se queda- o que te lo encuentres nervioso sentado delante de la tele y que cuando llegues te diga “que no sabía qué poner”. En ese caso, a pedir las cosas bien: “No te preocupes, cariño, te invito al bar de abajo a tomar algo”. Y a la hora de pagar, que pague él, por éstas.

 Si es que las mujeres no comprendemos la mentalidad masculina porque no nos ponemos a ello…

 En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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