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Cecilia Casado

A partir de los 50

La “zona de confort” es una cárcel

 

 “Nada determina más a un ser humano que su “zona de confort”. Significa el modo en que se ha acostumbrado a pensar y vivir. Lo que hace, lo que deja de hacer, lo que piensa, lo que deja de pensar. Cómo resuelve un problema y cómo deja de resolverlo. El ser humano se instala en su zona de confort y no quiere abandonarla por nada del mundo. Inventa motivos, argumentos lógicos, toda clase de cosas con tal de no tener que cambiar de zona”. Max Landorff. “El gestor”.

En estas fechas tan especiales en las que la costumbre es que se reúnan las familias, con o sin amor de por medio, me he acordado de cómo cada vez cuesta más romper moldes mentales que nos aprietan como corsés por no querer “trabajar” ni “complicarnos la vida”. Así he visto a quienes se han hecho kilómetros a destajo para ir a “cumplir” con la familia aunque hubieran dado cualquier cosa por tener una buena excusa y no tener que moverse de casa.

Pareciera que la “zona de confort” es el pequeño círculo donde se mueven o las cuatro paredes que les cobijan, cuando en realidad es una zona mental, un sitio donde el ser humano se instala cómodamente convenciéndose de que, fuera de ella, no existe más que el espacio desconocido y proceloso. Lo que hace entonces, ya que no puede ni quiere salir de ella, es expandirla, hacerla más grande, más abarcable a todas las situaciones en las que se maneja más o menos bien y rechaza de plano todo cambio. ¿Para qué complicarse la vida?

También lo veo en gente joven que no quiere moverse de casa, de la ciudad, del cobijo familiar, sin atreverse a explorar otros horizontes por temor a lo imprevisible, a lo por venir que hay que ir a buscar ya que es poco probable que vengan las oportunidades a llamar a la puerta mientras miramos la televisión con la mente en ninguna parte.

Pero lo que realmente me ha impelido a hablar de la “zona de confort” ha sido algo de lo que he tenido conocimiento hace poco. He sabido de una mujer de mi edad, ya cercana a los sesenta, que habiéndose acogido a una pre-jubilación bastante aceptable, ha vuelto al pueblo a vivir con sus padres ancianos, abandonando la ciudad, su piso de soltera y su círculo de amistades. ¿Por qué ha hecho esto? ¿Por amor a sus padres, obligación familiar o porque ella así lo necesitaba?

Lo que ella quería hacer por encima de todo era no trabajar más; pasar sus días en calma, quizás yendo al gimnasio con más asiduidad, no tener que madrugar, ir al cine el día del espectador, buscar entre las caseras del mercado las verduritas de temporada, pasear la ciudad sin agobios ni cansancios post-laborales. Viajar un poco y visitar a sus amigas distantes; quizás un crucero fuera de temporada. O conocer Nueva York –que es su asignatura pendiente-, y poner una ducha de esas con muchos chorros quitando la vieja bañera del cuarto de baño.

Pero resulta que la familia, al ver que se ha quedado “libre y disponible” le ha pedido que regrese al pueblo y se ocupe de los padres. ¿Qué ha hecho ella? Después de resistirse durante más de seis meses a permitir que manipulen y dirijan su vida, ha claudicado. Después de seis meses de dormir mal, despertar peor, de discusiones sin cuento por teléfono con sus hermanos casados (ellos sí que saben hacer chantaje emocional, sí) y el juego victimario de su madre y su padre, ha dado su brazo a torcer, ha accedido a hacer de los próximos años de su vida un camino pedregoso por elección ajena. Y se ha convencido de que es lo mejor para ella no enfrentarse, no pelear, no luchar por su propia vida puesto que, cuando lo intentó, se le echaron a la yugular como jaguares hambrientos.

 

Lo contó en un grupo de conversación distendida y no pretendía que nadie le diera su opinión, ni mucho menos hiciera crítica alguna de su comportamiento. “Es mi decisión aunque sepa que es la peor decisión que puedo tomar, pero no quiero problemas”.

Y ahí se ha quedado, en su “zona de confort” sin pensar en nada más que en el dinerito sustancioso que le depara el alquiler de su piso mientras ella vive ahora en un pueblo donde no hay cine, ni paseos al borde del mar, ni gimnasio. Pero sí muchas hortalizas frescas recién cogidas de la huerta. Algo es algo. 

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

http://www.youtube.com/watch?v=i07qz_6Mk7g ¿Te atreves a soñar?

Una explicación sucinta y asertiva. Siete minutos para aprender a abandonar nuestra “zona de confort”.

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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