Levantarse con el pie izquierdo | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Levantarse con el pie izquierdo

 ¿A quién no le ha pasado alguna vez eso de que hay días que habría que borrarlos del calendario porque nos hemos levantado con el pie izquierdo y los dioses han estado jugando con nosotros? Servidora abunda en esa tesitura aproximadamente un par de veces al mes por lo que en otros es casualidad en mi persona puede convertirse en rutina.

El prolegómeno de un día “torcido” suele ser casi siempre una “noche toledana” de esas en que las pesadillas siguen existiendo cuando te despiertas y el cuerpo se estremece como a la espera del resultado de las pruebas en el Oncológico. No hay nada que hacer ni vale la pena enfadarse; hay que encarar el día como se pueda.

Me enseñaron durante años a vivir y aceptar las emociones en vez de luchar contra ellas y, como buena alumna olvidadiza, tengo que repasar la lección para no volver a cometer el mismo error de siempre; es decir, desayunar farfullando, ducharme gruñendo, vestirme con cualquier pingo y salir a la calle con cara de pocos amigos. Este “protocolo” –que fue inevitable durante casi toda mi vida pasada- ahora se me hace ridículo y ya he conseguido aprenderme varios trucos para cambiar las tornas del día aciago.

 

Lo primero de todo tomo conciencia de que me he levantado con el pie izquierdo; es decir, es un HECHO, no una sensación ni un estado de ánimo y como tal tengo que adecuar mi proceder a lo que me está ocurriendo. Algo así como si se rompe la tubería de la lavadora y se inunda medio piso. No puedes hacer como si no pasara nada, la vida se detiene al ritmo de los pies chapoteando en el agua y hay que utilizar las medidas de emergencia para paliar el desastre.

Pues algo parecido. Nada de seguir con la vida como si no pasara nada, sino detener el momento y PENSAR cómo arreglar el desaguisado. Los amigos no siempre están tan disponibles como los fontaneros de urgencias –ni son tan caros- y puede que haya que agarrar al toro por los cuernos en soledad que, a fin de cuentas, es la única manera de tomar conciencia del problema y solucionarlo (o no).

Así que detengo la película de mi vida y decido introducir los cambios necesarios para afrontar el problema. Suele dar mucho y buen resultado desayunar algo apetecible y volver a meterse en la cama, con un libro mayormente para que alcance la modorra post-gastronómica y el estómago ronronee durmiendo un rato a nuestro favor. Pero claro, no siempre es posible utilizar este truco tan bueno.

Lo ideal, desde luego, es quedarse en casa, sin salir a seguir pateando la vida con el pie izquierdo y propiciar desaguisados varios. Es el momento ideal para golpear el coche al desaparcar o dejar caer las llaves de casa al suelo creyendo que las hemos deslizado en el bolsillo o en el bolso. Es el día propicio para encontrarse de bruces con un “ex” al que no apetece nada volver a ver o que te pongan una multa de 90€ porque has aparcado en zona azul y no tenías monedas para sacar el tiket. Otras consecuencias colaterales pueden ser que: el café del bar esté templado o demasiado caliente, que al pagar en el super te dejes en la caja el paquete con el jamón ibérico que habías comprado junto con la compra diaria para darte un pequeño placer compensatorio. O te encuentres con la típica amiga plasta que se empeña en ir a tomar algo y encima le tengas que invitar porque “no tiene cambio de 50”.

 

Aunque lo más seguro es que, mientras sigas de morros con el mundo en general –y contigo en particular- casi todo lo que emprendas ese día te salga torcido. Porque TÚ estás torcida, así que cuanto antes se ponga una derecha mejor nos irá.

 Hay días en que una no está para nada y es mejor dejar que la vida corra a nuestro lado sin querer meter la mano. No pasa nada en absoluto por no salir al escenario durante veinticuatro horas y quedarse entre bastidores a la espera de que se vuelvan a encender las luces. Esos días, cuanto menos “público” tengamos, mejor. Que la ropa sucia se lava en casa.

A mí no me cuesta nada apearme del tranvía cotidiano cuando me levanto con el pie izquierdo porque sé que todo lo que deje de hacer podrá ser utilizado a mi favor ya que me garantizo no meter la pata.

Atrás quedó el tiempo en que tenía que aguantarme y seguir saliendo a la vida como si no me pasara nada. Cualquiera tiene derecho a levantarse con el pie izquierdo, siempre y cuando no se lo haga pagar a los que tiene al lado. Que es el peligro más usual y que casi siempre cae –como granizo helado- encima de quienes comparten nuestro espacio y nuestra vida.

Pasa pronto, pasa rápido… si dejamos que se vaya y no lo retenemos.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


enero 2013
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031