¿Olvido o perdón? Dilema lacerante | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Olvido o perdón? Dilema lacerante

 

No importa que hayas pasado el ecuador de la vida con creces o exageración, da igual que el tiempo vivido haya estado en la trinchera con vistas al frente o en la retaguardia de los que pueden permitírselo, incluso tener los riñones cubiertos no abriga más que un liviano cobijo cuando de gestionar el dolor padecido se trata. Ese dolor que cualquiera atesora no sabiendo si desprenderse de él o seguir manteniéndolo todavía un poco más para que la lección no sea desperdicio ni el sufrimiento se convierta en humo.

Hay dolores y dolores, una escala soterrada que nadie se atreve a publicar pero en la que figuran en los primeros puestos los agravios contra la vida misma, seguidos por los inferidos a la dignidad de la persona en sus más variadas formas: abusos, violencia, un mixto de ambos o en su vertiente física, mental, espiritual. Luego, en un desorden intransferible del alma de quienes los han padecido reclaman su sitio las faltas contra la honestidad, la traición, la deslealtad, la mentira y todas aquellas sevicias de las que el ser humano es maestro capaz y avezado.

 Magnificar el sufrimiento y las ofensas padecidas va con la personalidad de cada uno; habrá quienes intentarán siempre quitarle hierro al asunto y quienes achacarán incluso a “la vida” los males que a su puerta llamaron.

Casos extremos –y menos habituales- como que arrebaten la vida a un ser querido con alevosía o por negligencia y descuido. Situaciones kafkianas en las que se enreda el azar y la mala voluntad ajena para despojar al prójimo de cuanto tiene: robarle el pan de sus hijos, la persona a la que ama, frustrarle la lucha en el caminar o abandonarlo en la cuneta malherido…

 

¿Qué bálsamo sanará esa herida? ¿El perdón o el olvido?

 Es más fácil votar por el perdón cuando el dolor lo padece el otro que perdonar a quien ni tan siquiera se arrepiente –y mucho menos se excusa- del daño inferido. Las palabras van por un camino, los actos por otro y la voluntad se pierde en el cruce de ambos.

 

“Que conste que soy muy partidaria de perdonar, siempre que primero me den la oportunidad de vengarme”. Palabras leídas, palabras escritas para llamar la atención en una novela. Pero… ¿no son acaso bien reales? ¿Cómo perdonar, cómo sacar de la trastienda del alma la FUERZA para no desear levantar la mano y devolver la ofensa ni reproducir el dolor?

Seguramente por una especie de “cualidad moral” pretendidamente superior a quien hizo el daño, se perdona magnánimamente con la boca pequeña y en el interior se queda el duelo pendiente con la desorientación de un niño pequeño abandonado en un campo frío y lejano a su casa.

Habrá quienes aboguen por el olvido, ese bálsamo que se destila con el paso de los años en los que, queriendo o sin querer, se van olvidando las cosas vividas, borrando una parte de la propia biografía, dejando huecos en blanco sin tan siquiera música de fondo o un tenue eco. Morir y olvidar, dormir y olvidar, embrutecerse o deshumanizarse para que llegue el alivio del olvido. ¡Si hubiera la posibilidad de apretar un botón en nuestra mente para conseguir un poco de paz!

Entre el perdón y el olvido andamos todos por el mismo camino y deberíamos –quizás- descansar de sufrir tanto y pararnos a pensar cuánto dolor hemos infringido y si esa otra persona, que también está triste, que también está rabiosa deshojando su perdón o su olvido no forma parte del mismo triste círculo en el que encontramos nuestro dolor.

Quizás resulte más fácil pedir perdón por nuestras faltas que perdonar a quien nos ofendió aunque ni siquiera nos haya pedido perdón. Son palabras de ida y vuelta, como un juego que araña el alma y en el que cada uno marca sus propias reglas. Hace ya muchos años, a quien mucho me había ofendido la dignidad le reclamé una satisfacción a la que yo creía (por mera soberbia) tener derecho.

-“ Pero ¿qué quieres tú de mí? –me preguntó ya con la intención de zanjar el recurrente tema.

Que me pidas perdón, eso quiero –contesté con las últimas fuerzas que me quedaban.

¡Mujer, si yo no tengo nada que perdonarte…! Estate tranquila” –me contestó con condescendencia amigable.

Y llevo años intentando olvidar su respuesta…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


enero 2013
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031