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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las ventajas de ir en coche. Un cuento.

 

“El ascensor se para en el quinto. Apenas pasan de las siete de la mañana de un lunes traicionero, pero al entrar la vecina, la extranjera, esa tan alta que siempre me sonríe, sonrío yo también para no parecerle maleducado.

-“Buenas días, vecino”, me suelta con su macarrónico castellano.

-“Egun on, bizi laguna”, le digo yo, por aquello del orgullo patrio y tal.

Miro su pequeña maleta y ella mira la mía. Como la siguiente pregunta es obvia, callamos los dos. Al salir del portal, me asalta un impulso egoísta y caballeresco a la vez y le pregunto a dónde va.

-“Bilbora”, me contesta con un deje de malicia en la voz.

-“Ahí va, yo también” y comprendo que hoy es mi día de suerte. “¿Vas en coche?”, pregunto bajando una octava la voz.

– “Nooo, voy a coger el autobús en Pío XII. San Sebastián-Bilbao en una hora y pico”.

-“Pues, si quieres, te llevo en mi coche. Donostia-Bilbo en una hora y poco”.

Me mira desde su altura -¿qué les darán de pequeñas, Dios mío?- y sonríe de nuevo.

 -“Gggrasias, pero prefiero el bus. Tenga buen día” y me ofrece la espalda arrastrando su maletita ruidosa y rodante. “Pues ella se lo pierde” –pienso, corto y cierro.

Al arrancar el coche veo que el chivato de la gasolina está encendido. Bueno, tampoco me cuesta tanto dar un rodeo para llenar el depósito, a ver si hay suerte y no hay mucha cola. Un cuarto de hora después ya estoy listo, en el semáforo de entrada a la variante, en fila con otros tantos como yo, a la carrera ya desde primera hora y sólo es lunes… A mi izquierda se detiene un autobús a la espera del semáforo verde. Por un impulso tonto miro hacia arriba y, vaya casualidad, en una de las ventanillas delanteras, hay una mano que me saluda y subiendo está la sonrisa de mi vecina. Le hago un gesto displicente a mi vez intentando enviar el mensaje de “tú te lo has perdido, guapa”, pero el bus arranca y el de atrás me pega un bocinazo. Empezamos bien.

Nada más pasar el primer túnel de salida de San Sebastián ya vamos como un rebaño de cuatro en fondo, ansiosos por coger la autopista, por despegarnos de los demás. El autobús de mi vecina va tres cuerpos por delante de mí; -tranquila, guapa, que en un pispás te quedas atrás-. Me salgo de la fila, pego un acelerón y voilá,¡ vas a comparar…

Me reacomodo en el asiento, dispuesto a conducir como si fuera a atravesar la autopista panamericana, pongo un cd de Rosendo que tengo para los casos de emergencia, me enciendo un cigarrillo y ahora sonrío yo. –En el autobús vas a fumar tú…-. 

Vaya, ahora el sol, pero ¿no dijeron que hoy estaría nublado?, pues lo que faltaba, que empiece a calentar Lorenzo desde tan temprano y encima  no he cogido las gafas de sol, bueno, da igual, total, no me da de frente…

Zarautz, el peaje, venga, a ver, ¿en qué fila me pongo?, la de la derecha tiene menos coches, allá voy. ¡Si es que me he vuelto a poner en la fila de los tontos..¡ esto sólo me pasa a mí, seguro, ¿y qué le pasa a ese coche? Ya empezamos con otro que mete la tarjeta al revés -¿o será otra?- ah, pues no, es un hombre, qué raro-, venga, venga, que es para hoy. Santa paciencia. Ahora ¿qué pasa? ¿Por qué no se levanta la barrera? , si es que hoy no es mi día, fijo y encima mira, el bus de mi vecina que pasa dándole al mando a distancia o lo que sea que llevan los autobuses. Bah, cinco minutos perdidos, pero lo alcanzo antes de llegar al alto de Itziar, seguro. Madre mía, qué estrés y no son ni las ocho de la mañana.  

La verdad es que este paisaje es precioso, lástima no poder disfrutarlo como se merece…siempre paso por aquí con prisas y conduciendo… Ah, allá veo el autobús, qué modosito por su derecha a 120… Pues…ahí te quedas…¡  

“Precaución. Obras”. –Ya empezamos, esto es como las obras de El Escorial y encima estrechan los carriles, no se puede ni adelantar, ¡a 80…¡ ¿a 80 quieren que vaya por una autopista de peaje…? Qué paciencia, dios, qué paciencia…

Y mira, ahí detrás está el autobús de mi vecina, pero también tiene que ir más despacio, bueno, enseguida lo dejo atrás, ya estamos llegando a Elgoibar y ahí se puede correr más. A ver si llego con tiempo para echarle un último vistazo al informe, ayer me dieron las uvas y encima no he dormido bien…

Vaya, el móvil, y yo sin manos libres, ay, ¿y si es mi jefe?

– “sí, ¿diga?, ah, hola, no, todavía en la autopista, pues no sé, como media hora larga, depende del tráfico, sí, sí, te llamo en cuanto llegue, pero la reunión con los alemanes es a las 9,00 ¿no?, hay tiempo de sobra, no me agobies, por favor, y ahora cuelgo que como me pillen…”

Ya llegamos a Eibar, estas curvas son malísimas, no se puede correr aquí y encima me está dando sueño, claro, ni un café me he podido tomar, pues me paro en Amorebieta caiga quien caiga, a ver si me voy a estrellar por no poder parar ni cinco minutos, a ver, otro cigarrillo y eso que no me gusta fumar en el coche, que luego se me queda toda la ropa atufada…

Me ha sabido a gloria el cafecito, ya no me queda nada, mira, ahí está el bus de mi vecina en el peaje, ja! ya lo he vuelto a pillar, uy, qué simpática la chica cómo me mira, va leyendo,  bueno , pues nada, una sonrisita a lo Bogart y ahí te quedas, ¡espero que te des cuenta de cómo has metido la pata no viniendo conmigo…¡

Bueno, ya no me queda más que el tunelcito ese de las narices en el que no se puede pasar de 80, otra vez todos como borregos,  qué rabia, ¿a ver si voy a llegar tarde?, venga, ahí os quedáis, pardillos, el carril izquierdo entero para mi…

–         “¿Cómo, 140 euros y dos puntos? Pero si sólo iba a 120, sí, sí, ¿qué? ¿a soplar a estas horas?, vale, vale, por supuesto…” (Que no me vea mi vecina, que no me vea mi vecina…).

Dios mío, las nueve menos cuarto y ahora me pilla la cola del Sagrado Corazón, menos mal que la reunión es aquí mismo, al lado de Termibus, mi jefe me mata como llegue tarde. Y ¿dónde aparco ahora? Creo que cerca de San Mamés hay un parking, voy para allá, (que haya sitio, que haya sitio…) 

–         “Pero, Jon, caray,  tío, cómo vienes, estás desencajado y, como siempre, apestando a tabacazo, venga date prisa, que los alemanes han llegado ya y está también el jefe supremo con cara de pocos amigos.”

–         “Bueno, pues aquí estamos, les presento a nuestro hombre en Gipuzkoa, Jon Mendizábal. Y esta es la señorita Inge Mutt, representante de la firma alemana en el Pais Vasco”. 

–         “Buenas días, Jon”.

 LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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