Poquito a poco nos vamos rasgando las vestiduras en público; con paso trémulo y en voz bajita vamos recorriendo el empedrado camino de la toma de conciencia de si todo esto que “nos está pasando” no nos lo tendremos bien merecido. Winston Churchill lo dijo claro y alto:

“Cada país tiene el gobierno que se merece” y los británicos le hicieron la ola porque el estadista completó la frase como sigue: “naturalmente esto no es aplicable al gobierno de Inglaterra” . Humor británico que tenía el hombre y gusto por el retrúecano.

Nosotros, los españolitos de a pie, siempre nos hemos creído por encima de nuestros gobernantes; leamos la Historia que nos dejaron escrita para desinformación de los pocos que se han tomado la molestia de leerla, un desastre bastante consensuado por otra parte. Pero, en general, el común de los votantes ha tenido siempre buen cuidado en no levantar la esquinita de la manta no fuera a ser que quedaran al aire las vergüenzas propias.

Que yo recuerde –y recuerdo bien- hubo un tiempo en que era motivo de algazara y orgullo público contar a los colegas cómo se defraudaba a Hacienda; es decir, las “trampitas” que cada uno hacía para escaquear al erario público una parte de los impuestos. Doy fe de que –mientras se pudo por la ineficacia consensuada del ministerio pertinente y la no existencia de tecnología informática- se dejaban de declarar ingresos, haberes muebles, rentas y réditos. Y el que podía endilgar a sus progenitores como “carga” en la unidad familia no siempre se sustraía a la tentación de hacerlo para desgravarse de unas pesetillas.

He visto durante toda mi vida cómo muchos autónomos falseaban sus Módulos de declaración contándole a Hacienda los poquísimos ingresos que tenían; y me he quedado anonadada al ver las nóminas de amigos o colegas en las que sólo figuraba el salario mínimo cuando eran trabajadores que tenían unos ingresos –bajo manga, en “un sobre”, o dinero negro- que triplicaban los míos.

Aquí lo hemos tapado casi todo mientras nos ha convenido y hemos tenido algún beneficio que guardar en el coleto. Hemos tapado –y consentido consecuentemente- la infidelidad del marido para que no dejara de traer dinero a casa, la infidelidad de la esposa para no ser objeto de burla y escarnio, los trapicheos e irresponsabilidades de los hijos –propios y ajenos- para que no salpicaran el buen nombre de la familia.

Llevamos toda la vida sonriendo cómplices y condescendientes mientras, copa en mano en la barra del bar, sentenciábamos aquello de que, “ladrón no es el que roba, sino al que le pillan” y hacíamos coro de las risas circundantes.

He sabido de no pocos empresarios y gerentes, directores/gerentes y adjuntos a dirección, ayudantes y asesores que vivían por encima de sus nóminas y sueldos declarados porque dejaban que su bolsa se nutriera de “regalitos” de proveedores y de todo aquel que quisiera vender algo y tuviera a estos “profesionales” en medio del camino entre el origen del producto y el destinatario final del mismo.

Pero en el mismo saco tiene que entrar el trabajador que se ha ido al paro, y lo cobra y sigue trabajando en “b” porque le parece CORRECTO hacerlo así. Ahora mismo, con la proliferación alocada de tanto E.R.E., algunas empresas familiares de aquí al lado se auto-envían al paro para que sus miembros cobren el subsidio mientras…siguen trabajando, faltaría más.

Aquí se ha tapado todo en casi todos los sentidos porque el ser humano está compuesto de gloria y miseria, de divinidad y fango pestilente, o como dirían los poetas –que también callan y tapan y bajan la cabeza- de luces y sombras.

Mientras se ha “chupado del bote” –tanto el de arriba como el de abajo, cada uno según ha podido rapiñar, que el obrero que ocultaba las horas extras bajo manga es tan responsable del fraude común como el empresario que se quedaba con sus cotizaciones sin entregarlas al erario público,- la queja ha ido pasando de padres a hijos en una sordina soportable. Ahora ya es clamor insoportable.

¿Y bien? Pues eso…que aquí todo se tapa y dentro de un par de años será pura anécdota todo este rasgarse las vestiduras y tirar piedras de hoy. ¿O no?

En fin.

LaAlquimista

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