De la ilusión al estorbo | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

De la ilusión al estorbo

 

Nunca he sido excesivamente impulsiva en las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida. A pesar de ello –y como contradicción necesaria para compensar- me he dejado guiar por el instinto en algunas ocasiones que me han pillado “desprevenida” y tengo que reconocer que me ha fallado estrepitosamente cuando he ido en contra de las lucecitas rojas que encendía el dichoso instinto para mí. Ya se sabe que el hombre es el peor enemigo de sí mismo y no digamos ya la mujer, pero el caso es que, aun a riesgo de meter la pata y pagar las consecuencias a precio de doblón, me ha gustado más en ciertas ocasiones dejarme llevar por lo que me provocaba la emoción del momento, nunca he entendido a esas congéneres mías que calculaban y premeditaban concienzudamente las posibilidades de una inversión afectiva. Porque de afectos hablamos.

Yo me enamoraba y punto. Era feliz durante el tiempo que me era otorgado por los dioses –o lo que tardaba en caérseme encima la realidad-, luego llegaba la época de no-aceptación de lo que estaba pasando, la lucha por cambiarlo, y al final, la catástrofe pura y dura. ¡Así es la vida!

Lo que me parece que no está ni medianamente bien es que, si yo quiero seguir viviendo de la forma que he elegido vivir, haya pululando alrededor personas agoreras que intenten chafarme el disfrute incluso antes de tener acceso a él. Dicen que ya no tengo edad para ciertas cosas y ponen comillas a esas “ciertas cosas” y a mí, claro está, me da la risa loca y acabamos casi enfadándonos porque hay gente que se cree que conoce mejor tu vida que tú misma y siempre anda metiendo la gamba “desfaciendo” entuertos que nadie les ha pedido que deshagan.

El caso es que, hace ya más de un mes que estoy ilusionada en un proyecto “de a dos”. Sí, otra vez me ha vuelto a dar el arranque ese interno irreprimible que me lanza sobre lo que me atrae y que siempre es lo mismo: la promesa (inventada o no) de ser un poco más feliz.

Mis amigas han puesto el grito en el cielo -al contrario que mis hijas que se han alegrado mucho por mí- porque le he abierto las puertas de mi casa además de las de mi corazón –del cuerpo no hablamos que es vulgaridad hacerlo-. Todas sin excepción me han contado lo que les ocurrió a ellas en alguna situación similar –como si no fuéramos diferentes todas las personas, como si no tuviéramos distintos grados de ilusión, tesón, esfuerzo, capacidad-; ese “flechazo” que está hecho de chiribitas ilusionadas y que al cabo del tiempo –semanas o meses, nunca años- acaba convirtiéndose en un estorbo que no sabes cómo quitarte de encima. De la ilusión al estorbo, itinerario ineludible.

Yo les digo que son unas interesadas y unas materialistas y unas amargadas que están convencidas de que, por haber llegado a los cincuenta, ya no tienen derecho a ilusionarse y a, por qué no decirlo, cometer alguna locura todavía.

El problema –que ellas ven y que a mí me parece inventado- es que dicen que una relación que empieza costando dinero no puede ir por buen camino. ¿Qué sabrán ellas? ¿Acaso no nos han hecho buenos regalos alguna vez, no nos han invitado y agasajado a las mujeres? ¿Duele tanto que el dinero ahora lo tengamos que poner por anticipado apoyado en la ilusión y en la confianza de unos resultados felices?

Yo no soy de echar cuentas e igual por eso me ha lucido así el pelo en todas mis “inversiones afectivas”, de las que siempre he salido con una mano delante y otra detrás, pero bueno… ¿por qué no puedo estar ilusionada?

De momento he acondicionado la habitación de mi hija pequeña y sé que va a estar muy bien allí; hay un gran ventanal con vistas a la ciudad y la luz es extraordinaria. El equipo de música es de lo mejorcito y está recién pintada y con el parqué acuchillado. Hay también un gran espejo que puede ofrecer interesantes prestaciones.

Mi intención es sudar por lo menos una vez al día, durante media hora, pedaleando a 18kms./hora y a 110 pulsaciones por minuto escuchando mi música favorita a toda pastilla y con la ciudad a mis pies y el mar como telón de fondo.

Yo no soy como mis amigas que empezaron teniendo mucha ilusión al comprarse la bici-estática y acabaron relegándola al trastero, como un estorbo insoportable y fiel reflejo de la falta de disciplina y de voluntad. Yo soy fiel en mis afectos, lucho por mantenerlos y trabajo en las crisis de pareja. Otra cosa es que me produzca aburrimiento… y acabe regalándola –la bici, no la pareja- a quien quiera empezar una historia de esas que les dicen “fue bonito mientras duró”.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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