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Cecilia Casado

A partir de los 50

Los “listillos” de la compañía de seguros

 

Se ha roto una tubería. O eso es lo que indica el rastro de humedad que avanza por el pasillo pintando las tablas del parqué de color gris marengo. Es lógico y natural en un piso que tiene más de treinta años, no hay nada que resista el paso del tiempo sin fisuras, ni siquiera el matrimonio mejor avenido, y no queda otra que hacer frente al desaguisado en ciernes.

Para estas situaciones –y otras más comprometidas- los humanos con dos dedos de frente pagamos una cuota anual a alguna compañía de seguros que pretende garantizar el costo de hipotéticas –o seguras- averías. Las cuotas son elevadas por lo que es de suponer que las reparaciones a las que tendrán que hacer frente también serán de cierta enjundia. Y yo me pregunto:

¿Por qué no hay un seguro para las relaciones afectivas? No sé, se me ocurre, así a botepronto, para pagar terapias de pareja o el alquiler de una segunda vivienda por si el amor se rompe o hacer frente a las costas judiciales si se acaba tarifando definitivamente.

He llamado a la Administración de la casa y enseguida me han remitido a la compañía de seguros de la comunidad; seguramente serán los tubos de la calefacción que no se han cambiado jamás y ya tienen que estar un poco “gastados”. El agente del seguro comunitario quiere saber si tengo seguro multi-riesgo hogar en mi vivienda y me sorprende su pregunta. ¿Qué más le da a él? Y ante mi sorpresa me indica que “muchas personas intentan cargar a la comunidad lo que es de incumbencia de su propiedad” y me quedo callada porque… porque…

Ahí debe estar implícita la tendencia del ser humano a intentar cargarle el mochuelo al otro si se le brinda la oportunidad o a eludir responsabilidades personales. Me quedo callada porque está ese agente de seguros presuponiendo en mí una mala fe a priori y, como no puedo guardar la media hora de seguridad al teléfono, le contesto que sí, que sí cuento con un seguro privado, pero que si la avería está en la calefacción central, para la que no tengo llave de paso, es decir, posibilidad alguna de manipular la entrada de agua caliente en mis radiadores, es más que evidente que no puedo hacerme responsable de lo que yo no puedo controlar.

Y ahí meto la pata, ahí cometo un error, porque para dejar claro que no tengo necesidad de aprovecharme de una doble cobertura, él arrima el ascua a su sardina como se descubrirá más adelante cuando, una vez recibida la visita del perito y del gremio pertinente, ANTES de levantar el parqué me vuelve a llamar este buen empleado para indicarme que esa avería no es comunitaria sino personal.

-“Oiga, ¿y eso con qué bola de cristal lo ha visto usted? Porque nadie ha levantado la madera del suelo todavía…” y me contesta, ufano él, que -“ellos ya saben cuándo una avería es comunitaria y cuándo el fallo está en la infraestructura propia de la vivienda”- y me quedo alucinada porque me recuerda automáticamente, como en una especie de “déjà vu” a una pareja que yo tuve hace muchos años que siempre “echaba los balones fuera”, que nunca dejaba el más mínimo resquicio a sentirse responsable de nada de lo que ocurriera entre ambos y que ante cualquier “reclamación” por mi parte me remitía a mi “póliza particular”, es decir, “allá te las compongas”.

Al final, hemos pasado la mañana enfrentando a Mozart con los martillazos del fontanero que, una vez levantadas varias lamas de parqué, indica –con muy buen juicio- que hay que dejar pasar unos días para ver si el agua que se filtra viene de los tubos de la calefacción –comunitaria- o de las tuberías que van de la cocina al baño –particular.

Así es la vida; hay que dejar “reposar” los problemas para ver qué dirección toman y luego que cada uno se haga responsable de lo que le corresponde. Sin intentar “colarle un gol” al otro –lo que debe ser muy habitual con las aseguradoras- sino haciendo que “cada cabo aguante su vela”.  Nunca he tenido la más mínima duda de lo acertado de tener cubiertas las contingencias de mi vivienda por una buena póliza. Lástima que no sea esto extensible a lo personal…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


marzo 2013
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