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Cecilia Casado

A partir de los 50

Mentiras y mentirijillas

 

Cuando era pequeña –entre los seis y los diez años- utilizaba la mentira para rellenar el espacio semanal de cinco minutos dedicado a la Confesión preceptiva en el colegio de monjas. Yo revisaba concienzudamente los Mandamientos de la Ley de Dios (y los de la Iglesia) y no sabía cuál elegir para “confesar” que había infringido. Porque estaba claro que algún pecado había de tener en mi haber, no sé, si nos obligaban a confesarnos era porque se aplicaba esa Ley con mayúsculas que dice que “todo cristiano es culpable mientras no se demuestre lo contrario”.

 Así que me decantaba por el Octavo mandamiento –sobre todo porque había algún otro que no sabía exactamente a qué se refería: “No dirás falso testimonio ni mentirás”. La primera parte la relacionaba con asistir como testigo a algún juicio –tal y como veía en las películas de Perry Mason- y de verdad que no entendía mucho que Dios –o Moisés- hubieran tenido en su día la habilidad de imaginar episodios televisivos; pero lo de “ni mentirás”, ahí me daba el mandamiento en mitad de la frente.

 Porque yo mentía a pesar de que mis educadores –en casa y en el colegio- me instaban concienzudamente a no hacerlo. A ver: no es que yo fuera la mentirosa oficial del reino, ni mucho menos, sino que lo de los peligros de la mentira formaba parte de un lavado de cerebro generalizado para que nos tragáramos las mentiras de “ellos” y no reaccionáramos defendiéndonos con las nuestras.

 Si me decían que no debía matar ni robar ni cometer actos impuros ¿?, era la niña más obediente que imaginarse pueda. Yo amaba a Dios sobre todas las cosas y punto; aunque lo de “al prójimo como a ti mismo” era más difícil porque no se me alcanzaba (en aquella época sin libros de auto-ayuda) cómo podía “amarme a mí misma”. Me enseñaron que el amor venía de fuera y que había que ganárselo…pero ése es otro tema.

 El caso es que me acusaba a mí misma de haber mentido a mis padres:

 –        “¿Has hecho los deberes?: sí.”

–         “¿Te has lavado los dientes? Sí.”

–        -“¿Has rezado antes de acostarte? Sí”.

 Y gracias a ello ya tenía algo que “confesar” porque si no, menudo panorama, te metían a empujones semanales en el confesionario… ¿y qué le contabas al cura?

 Pero luego cambió mi visión de las cosas sobre la mentira en general y las mentiras domésticas en particular. Si venía una visita a casa me trataban delante de ella como la hija modelo e incluso me adornaban con virtudes que, en privado, pertenecían al reino de la ficción. ¡Descubrí que mis padres mentían cuando les convenía!

 Y ahí empecé a comprender que existían mentiras de diferentes tipos: mentiras, mentirijillas y hasta las famosas mentiras piadosas. ¿Pero no era la mentira lo opuesto a LA VERDAD? ¿Acaso no se les llenaba la boca a todos –en el púlpito y en la mesa del comedor hablando de “esa verdad” con mayúsculas? No entendía nada.

 Y surgieron mis dudas.

– “Te quiero” – me decía mi primer novio y yo inquiría: “¿de verdad?”, porque igual era mentira y me lo decía únicamente para su propia conveniencia…

 -“Eres mi mejor amiga”, me decía siempre Maripili y por detrás me llamaba de todo menos guapa…

 – “Sin ti no soy nada” o “Has dado sentido a mi vida” e incluso -“Te amo más que a mi vida” -también fueron frases de mentiras (piadosas) encubiertas.

 Un buen día –como hace veinte años- decidí que me estaba volviendo loca intentando diferenciar lo que era cierto de lo que era falso, que no podía desarrollar más mi instinto para saber quién tenía intención de engañarme y quién me hablaba sinceramente aunque fuera con “su” verdad y tuve que tomar una decisión: o me lo creo todo o no me creo nada.

 Buscando el término medio, el equilibrio, ando todavía… a veces en la oscuridad, otras con una fuerte luz que me ilumina.

 En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2013
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