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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las “goteras” típicas de la edad

 

Yo es que me las prometía muy felices porque “el motor” me arranca a la primera por las mañanas y pasa la revisión anual de los diez mil kilómetros y la I.T.V. pertinente sin mayor problema. Vivo tranquila dejando “el coche” a la intemperie desde hace más de cincuenta años y, excepto por el deterioro lógico de la carrocería, sigo rodando por la vida sin que se me enciendan lucecitas rojas en el panel. Vamos, que soy una privilegiada y toco madera.

Y no es que me cuide maniáticamente porque, aparte de dejar de fumar hace diez años y de trabajar hace tres, no he hecho por mi salud nada especial excepto, siempre que he podido, comer sano y rico y el ejercicio mínimo necesario para no anquilosarme de forma indecente. Cuando era joven practicando el baile discotequero y ya de mayor el baile a puerta cerrada; y largos paseos a paso ligero por donde mejor me pillara en cada momento. Es decir, que tengo buenos genes según parece. (Gracias amona por los 92 años que viviste y gracias mamá por los 86 que vas a cumplir)

Pero hoy tengo que ir al oftalmólogo a toda prisa porque llevo viendo chiribitas por el ojo izquierdo desde hace ya varios días. Primero creí que tenía las gafas sucias; luego que corrían hormiguitas por la pantalla del ordenador. Finalmente, me he dado cuenta de que lo que veo por fuera, está dentro de mi ojo.

Esto me lleva a reflexionar durante cinco minutos acerca de si todo lo que he estado viendo hasta este momento, si todo lo que he creído que estaba ahí afuera lo estaba realmente o era una proyección de mi mente, como en esas películas raras y sombrías en las que el protagonista desvela sus pensamientos más ocultos en forma de alucinaciones ingratas. O al revés, dando forma a sueños imposibles en una pantalla de tonos pastel con música de fondo de Vangelis.

Algo así como el mito de la caverna de Platón. ¿Sigo viendo sombras o ya no veo más que chiribitas? ¿Será este por fin el momento de arrancar la última cadena de su oxidado eslabón y enfrentarme a la única realidad que me es dado conocer?

¡Qué verdad es que proyectamos alrededor lo que nos rebulle por dentro! Hoy, por ejemplo, un día en toda la gama del gris, fresco y no especialmente romántico, típico de la primavera norteña, me sugiere las ganas de salir a pasear la ciudad despierta, fresca, sana. Después de una noche de buen descanso, el cuerpo se me despierta contento, hambriento de pan y de flores a punto de nacer, con deseos confesables todos. Esas son mis “chiribitas” perfectas.

Pero también hay otras. Las que se meten en lo profundo del pensamiento ante la contemplación de un día donde las nubes avasallan la más mínima ilusión, relegándola al rincón más oscuro de la casa –del corazón incluso-, privándonos del ánimo mínimo necesario para abandonar el lecho, tomar un mal café y rumiar que la vida es un asco.

Supongo que todo esto no son más que las “goteras” típicas de la edad; que unas veces atacan al motor, otras a la carrocería y, en algunas más extrañas –como parece que estoy descubriendo- se limitan a “restarte puntos del carné”.

Habrá que compensar con algo rico para comer. O una cita a media tarde.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2013
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