Un escribidor era la forma en que se denominaba antiguamente a un escritor aunque luego derivó el concepto a lo peyorativo y quedó –tal y como figura hoy en día oficialmente- en “mal escritor”. Pero también conlleva la acepción de quien escribe por gusto y disfrute único y personal, sin ánimo de lucro, vanidad, estipendio o reconocimiento. Y, cómo no, escribidor es también quien lo hace por encargo editorial aunque se publique su obra y se venda por miles.

Durante mi vida laboral no he tenido títulos; es decir, que mis estudios llegaron a una Diplomatura de Asistencia de Dirección y lo más que conseguí fue ser Directora del Departamento de Asuntos Sin Importancia en una empresa del sector construcción. Un C.V. literario inexistente, por cierto.

Pero yo quiero ser escribidora –en el término bueno, en la buena acepción si es posible- y como llevo escribiendo tres años, bien o mal según los días, me arrogo el derecho de colgarme la etiqueta que me apetece. Al final, a nadie hago daño y si provoco sonrisas o alguna mofa tanto me da; mi autoestima puede resistir eso y bastante más a estas alturas de la película.

En  casi cuatro años que llevo lanzando al aire de Internet mis pequeños escritos he recibido muchos correos electrónicos – unos cuantos cientos- de personas que valoran la capacidad de expresar emociones, sentimientos o, simplemente, contar sucedidos de la vida cotidiana adornados con un pelín de ironía para hacer más amigable mi “filosofía en zapatillas”. A todas las personas que me lo han pedido, les he escrito con mis palabras sus pensamientos o les he pretendido ayudar a dar forma a una idea que querían transmitir. También he realizado unas cuantas “lecturas” de manuscritos –aunque fueran en formato pdf- antes de ser presentados a su edición. Corregir he corregido bastante, pero siempre con la intención de mejorar y el beneplácito y solicitud del autor.

A partir de ahí puede que mi destino sea el de convertirme en una “escribidora por encargo” de pequeños textos, cartas o simplemente para ayudar a armonizar las palabras que salen de la mente y tienen que darse una vuelta por el corazón antes de pasar al “papel”.

Añadir un bonito texto a una instantánea para dotarla de un poco más de vida; redactar una invitación de boda o señalar un aniversario con sentimiento escrito. Recordar a quien se ha ido para siempre cuando la emoción embarga el ánimo y las palabras no fluyen, celebrar la vida con palabras emotivas, alegrarse y expresarlo por escrito, festejar el amor, la amistad, dejar recuerdos mediante la palabra efectiva y afectuosa.

El relato de unas vacaciones, los recuerdos de un viaje, las vivencias de la infancia, las anécdotas de los hijos o los nietos, los cuentos de cuando éramos niños. Un álbum de fotos sepia con palabras de hoy…

Otros hacen con amor dulces y pasteles para que los demás disfruten. Siempre podemos encargar un traje a medida, fotografías para el recuerdo, imágenes con sonido de cómo somos y lo que decimos. Hay quien también puede escribirnos la “autobiografía” o simplemente redactar nuestra historia de amor en forma de cuento. Todo es posible.

Os animo a pedir: yo estoy dispuesta a dar. A fin de cuentas todos tenemos un don y debemos compartirlo, porque de bien nacidos es ser agradecidos…

En fin.

LaAlquimista

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