Ir con miedo a trabajar... | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ir con miedo a trabajar…

 

Me encontré hace un par de semanas con un antiguo colega que no se pudo pre-jubilar cuando yo lo hice porque le faltaban un par de años y que se encontró en la calle después de veinticinco años de “fieles desvelos” por su empresa. Mi relación con él era la de cliente-proveedor –él era el proveedor- y charlábamos cada día un poco por teléfono de nuestras cosas después de haber solucionado los temas laborales. Era el típico personaje que llegaba el primero y se marchaba el último, que metía horas extras sin que nadie se lo exigiese –ni se lo pagase; lo que los jefes llamaban un empleado modelo y los compañeros de trabajo, un “pelota”. Todo esto me lo contaba él, ya que yo no tenía contacto alguno con otra persona de su empresa que pudiera ni confirmarlo ni negarlo.

El caso es que, aprovechándose de la coyuntura, la empresa en la que trabajaba se “cargó” de golpe y porrazo a varios trabajadores de más de cincuenta años, dándoles la indemnización correspondiente (abaratada por el Gobierno) y mandándolos a la Oficina del Paro, primero a cobrar y luego a llorar o suplicar. Como era un buen profesional y tenía contactos al poco tiempo consiguió un contrato de trabajo –en condiciones precarias de estabilidad y sobre todo con mucho menos sueldo que antes, pero él se dio con un canto en los dientes –me confesó- porque a los cincuenta y tres ya me dirás tú…

La charla derivó hacia el tema familiar y luego a las vacaciones –él y su familia tenían un apartamento en el mismo pueblo donde suelo pasar alguna que otra temporada en verano, en “mi otro mar” y allí coincidíamos casi siempre. Le expresé mi sorpresa por no haberle visto el verano anterior y me confesó que…llevaba dos años sin coger vacaciones porque “había mucho trabajo” y el jefe (a la sazón el dueño de la pequeña empresa que le contrató a precio de saldo) le decía que comprendiese que “la situación no estaba como para poner en juego un puesto de trabajo”. O sea, que el buen hombre sin atreverse a tomar (él decía “exigir”) lo que por derecho le correspondía gracias al “chantaje” subliminal que el otro le hacía.

Primero se me hinchó la vena, pero en seguida me di cuenta de que bastante tenía ya el hombre con lo que tenía –y la que le montaría su mujer en casa-como para echar yo más leña al fuego. Así que puse cara de circunstancias y, después de cuatro tonterías, nos dimos un abrazo y adiós muy buenas.

Obviamente me faltó tiempo para comentarlo con mi gente, en plan “ahora voy y me rasgo las vestiduras”, pero cuál fue mi sorpresa cuando, quien más quien menos, tenía alguna historia similar que añadir al triste “anecdotario”.

Pues resulta, parece ser, que existen muchísimos trabajadores de  empresas pequeñas tirando a pequeñitas y/o familiares, de esas que no tienen enlace sindical y en las que la aplicación del Convenio pertinente es pura ciencia ficción, que van a trabajar cada día con el MIEDO agarrado a la yugular como una hiedra a una vieja pared. Trabajadores que realizan jornadas de mucho más de ocho horas y que cobran lo mínimo en vez de lo justo; desplazados que no cobran dietas ni kilometraje, operarios con una disposición hacia el patrón “full time” y que esperan pacientemente cada mes al día diez o quince “a ver si hay suerte” y se cobra.

Son los dueños, patrones o propietarios de estas “empresas” los que se encargan de extender entre sus subordinados el discurso catastrofista de que “en cualquier momento pedimos un E.R.E. y a ver adónde vamos a irnos todos…”  Y, como no podía ser de otra manera, el trabajador se pone él solito sobre su cabeza una imaginaria espada de Damocles y se la lleva a casa y la mete en su cama, compartida o no. De esa guisa, cuando llega la hora de “pedir” vacaciones, la gente está muda o casi y esperan a que, si hay suerte, sea el mismo patrón el que les diga algo así como:”la próxima semana no hay apenas nada previsto, cógetela de vacaciones”. O no diga nada porque total…como están todos medio muertos de miedo no se van a atrever a reclamar sus derechos…

Hubo un tiempo en que se luchó por conseguir derechos a cambio de obligaciones; tal parece que hemos retrocedido cincuenta años y ahora estamos todos conformes en poder tener el privilegio de ir a trabajar sean cuales sean las condiciones. Es lo que hace el miedo, desasosegar el intelecto. Y de ahí a que se quede paralizado me temo que va un paso…

En fin

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2013
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