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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Soy feliz porque estoy sana o estoy sana porque soy feliz?

 

Mañana me tengo que someter a una intervención oftálmica, las famosas “cataratas” que yo creía que eran cosa de abuelas y he descubierto que te pueden ocurrir a cualquier edad.

Para esta operación, molesta aunque no grave, me obligan a hacerme un pre-operatorio, ya que habrá anestesia, con electrocardiograma, analítica e interrogatorio. Lo primero y lo segundo va rápido y sin problemas, pero el protocolo para rellenar el historial sanitario es desconcertante y aburrido. No sé si es porque tengo un seguro privado y quieren agarrar los posibles flecos, pero el caso es que estuve el otro día sentada delante de una administrativa durante más tiempo hablando que haciendo las pruebas clínicas en sí.

Historial familiar de enfermedades  y luego lo personal. ¿Enfermedades? Ninguna. ¿Alergias? Tampoco. ¿Medicación? Cero patatero. ¿Fumadora? No. ¿Bebedora? Tampoco. Sin colesterol, ni azúcar, los triglicéridos en su sitio, el índice de esto y de lo otro también. En mi peso, con mis dientes, con mi pelo…

La interrogadora me mira sonriente.

-“¿Trabajas?”

–“Ya no” –le contesto.

-¿”Casada”?

–Tampoco ya, le digo.

-“Pues ahí estará el truco” –me espeta, con el amago de un guiño amable…-”No es lo habitual, a tu edad”

– “¿El qué? –pregunto a punto de mosquearme…

Y según estoy volviendo a casa me pongo a pensar en la buena suerte que –parece ser- tengo por tener pocos achaques, ninguna enfermedad declarada y las limitaciones mínimas para moverme a mis anchas con el cuerpo de casi sesenta años que llevo a cuestas.

Aparte del chiste facilón, ése de tener menos enfermedades por no estar casada o viviendo en pareja, no puedo evitar repasar las mil y un conversaciones tenidas con mis amigas “con habitación propia” y mis amigos “solterones” en las que destacan la supuesta relación de conflictos relacionales con patologías desestabilizadoras.

El típico dolor de estómago del marido frente a los ataques de histeria de la esposa. Las arterias endurecidas de él frente a la melancolía depresiva de ella. Achaques en la próstata vs quistes en los ovarios. El corazón hecho polvo y las mamas invadidas. Enfermedades “típicas” de hombres o de mujeres que a veces, tan sólo a veces, se corresponden con las consecuencias infelices de parejas mal avenidas y que se hacen sufrir el uno al otro.

Igual resulta que una cosa no tiene absolutamente nada que ver con la otra, no puedo saberlo, la empleada de la clínica me lo quiso hacer notar sin embargo, relacionando el hecho de “no estar casada y no trabajar ya” con los buenos auspicios de mi aparente buena salud.

Pongo a funcionar la moviola y actualizo los recuerdos que aún me quedan para constatar que las únicas veces que he estado enferma en mi vida –dos asaltos a mi organismo con diez años de diferencia entre una invasión y la otra-, coincidieron con las épocas más agitadas, tristes y dolorosas de mi vida afectiva y emocional con los hombres.

Igual resulta que es verdad eso de “muerto el perro se acabó la rabia”. No sé. Tengo que seguir pensando…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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 Foto: Amanda Arruti. Diego&Frida en la Casa azul

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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