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Cecilia Casado

A partir de los 50

Qué difícil es perdonar cuando ni siquiera te piden perdón

 

Ha caído en mis manos el librito de Yosinhori Noguchi “La Ley del espejo”. Me lo ha regalado una lectora que ha dado el salto a lo real a través de este pequeño/gran obsequio. (Gracias de corazón a la nueva amiga del profundo Goierri).

Como todos los libros de autoayuda promete contener la fórmula magistral para ser feliz solucionando todos los problemas que acucian al ser humano. El autor es un experto en coaching que ha vendido un millón de ejemplares de su librito –se lee en una hora corta- en Japón, donde, aseguran en la publicidad, “el 99% de los lectores japoneses han llorado con esta historia”.

Y no me extraña que lloren. Me explico.

De la cultura japonesa sé poco tirando a muy poco. Mis lecturas de Yukio Mishima, Kenzaburo Oe, Kawabata, Therayama Suji o, por supuesto, mi adorado Haruki Murakami, así como el gusto por el haiku, me han transmitido la percepción de que es un pueblo –el japonés- muy poco dado a expresar sus emociones, es decir, bastante analfabetos emocionalmente. Encorsetados en los sentimientos, impedidos por su cultura de “vivir sintiendo”, cuando les tocan la fibra sensible,-como en este libro de “La ley del espejo”- se emocionan…y lo expresan mediante lágrimas.

El libro habla del perdón. De cómo las afrentas acumuladas durante toda una existencia pueden impedirnos alcanzar la paz interior que el autor hermana con su idea de la felicidad. Habla de la AUSENCIA de perdón, es decir, del rencor, el resentimiento, la rabia e incluso el odio que se instalan en el “alma” –pero creo que también quiere decir en la mente- y condicionan nuestra vida hasta extremos tan graves como ser capaces de proyectar esa infelicidad en los seres que más queremos.

Habla del perdón, pero no enseña a perdonar. Ni siquiera espera que el arrepentimiento –de quien nos ofendió en el pasado- se convierta en algo real. Supongo que según su cultura –la japonesa- pedir perdón es algo impensable y preferían hacer el “harakiri emocional” -o el otro-antes de ceder ante esa “debilidad” del espíritu.

Por eso habrán llorado el millón de japoneses que han leído el libro. Por estas tierras, va a ser un poco más difícil.

El que pide perdón descansa. Y el que perdona, descansa más todavía. Pero… ¿cómo perdonar a quien no nos ha pedido –ni nos pedirá nunca- disculpas?

Ese es el quid de la cuestión que acomete el libro en sus pocas

–aunque enjundiosas- páginas.

Como buen “coach” o “terapeuta psicológico”, Noguchi insta a sus lectores a coger lápiz y papel y escribir todo aquello que disturbia interiormente: los reproches a los padres –maduros o ancianos, vivos o muertos- los reproches a la pareja, a los hijos, a los amigos… Un ejercicio liberador de la psique –qué duda cabe- para vaciar de piedras la mochila emocional.

¡Como si hubieran descubierto el poder benéfico del perdón a estas alturas de la película!  En Oriente nos llevan muchísima ventaja en lo “espiritual”, pero en lo de “andar por casa” me parece que andan en pañales todavía…

Pues parece ser que así ha sido, visto el exitazo editorial de la obra.

¡Cuánto mejor viviríamos si fuéramos capaces de perdonar las injurias recibidas! Pero pensamos –con la mente- que para perdonar PRIMERO nos tienen que pedir perdón…y ahí se pincha en hueso.

Hay que aprender –y lo decía San Agustín hace ya muchos siglos- a perdonar AUNQUE no nos pidan perdón. No sé si el de Hipona lo consiguió en toda su vida, aunque quiero pensar que sí. Pero los de aquí, los occidentales, y concretamente los españolitos, tenemos demasiado arraigado en las enseñanzas atávicas que “ojo por ojo” y “el que la hace la paga”, aunque en la oración por antonomasia de los cristianos se diga “perdónanos así como nosotros perdonamos” y luego se haga…lo que sea.

Así que lo del perdón como que nos queda lejano. Y ahora oriental.

Sin embargo, me he puesto –por enésima vez- a trabajar en ello. Yo es que soy una soñadora en algunas cosas aunque el racionalismo me vuelva a poner en mi sitio a base de bofetadas. Aunque sea aprenderé a “perdonarme a mí misma por no ser capaz de perdonar a quien tanto daño me hizo”.

Todo es cuestión de empezar.

Os recomiendo el libro. Haced que os lo regalen; sabe mucho mejor.

En fin.

LaAlquimista

 

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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