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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Hasta aquí hemos llegado”. Conocer las propias limitaciones


 

Me he topado a lo largo de la vida con muchas personas de esas que son “entregadas” a una causa –casi siempre familiar- que les absorbe energía sin límites hasta el punto de dejarlas exhaustas emocionalmente.

Hace muy poco me contaba un hombre de cincuenta y cuatro años –médico por más señas- el calvario que había sido su existencia al darse dos circunstancias determinantes en su vida. La primera el hecho de ser hijo único de padres tardíos; la segunda, el hecho de no haberse casado. Me decía que él realmente no había podido “respirar” hasta casi los cincuenta años, cuando fallecieron sus padres y él pudo librarse de los cuidados que le exigían debido al deterioro de su salud en la ancianidad.

Enseguida se me ocurrió pensar que, igual, la segunda circunstancia era consecuencia de la primera, pero no dije nada. Sin embargo, después de escuchar la narración de su triste historia pasada, cuando me expresó que hasta se había llegado a sentir culpable por “alegrarse” de la muerte de sus padres, le pedí permiso para darle mi opinión y le hablé de la sana costumbre de “poner límites” a las exigencias de los demás. Me atajó con un: “no fui capaz, me tenían chantajeado emocionalmente”.

Y es que no queremos conocer nuestras propias limitaciones, hacemos demasiadas veces como si nuestras relaciones con los demás estuvieran escritas a fuego en las tablas del destino y no pudiéramos sustraernos a ellas. Es entonces cuando ocurre que, llegados al puro límite de aguante emocional, psíquico e incluso físico, llega un día en que todo explota sin control alguno.

¿Cómo negar a una querida amiga que se desahogue con nosotras por enésima vez de un drama en el que ella es la única protagonista –heroína trágica- y no quiere dejar de serlo? No se trata de que ELLA deje de sufrir, (que también) sino de que deje de involucrar a los demás en una historia que, finalmente, no es más que suya. ¿Cuál es el límite, en qué momento hay que decir “hasta aquí hemos llegado”?

Bien cierto es que cada persona tiene sus propios condicionamientos para resistir, aguantar, sufrir y soportar los avatares de la vida. Pero también es cierto que TODOS tenemos un límite y sano sería que supiéramos cuál es y nos pusiéramos en guardia según vamos acercándonos a él. Algo así como el chivato de la gasolina del coche: nos avisa que entramos en la reserva y se pone rojo intenso cuando van quedando cuatro gotas. Si apuramos, el parón es total y automático. Igual con las personas; llega un momento en que ya no se puede más y aparecemos en la cuneta de la vida.

Una mujer a la que conozco en lo sustancial y que me cuenta sus cuitas con su madre enferma a la que va a atender todos los días al salir de su trabajo –las ocho de la noche- y a la que atiende todas las mañanas antes de incorporarse a su jornada laboral, cuando le pregunté si había pensado en poner un límite al desgaste al que se veía abocada contratando, por ejemplo, a una persona de ayuda, enseguida se encrespó y me dijo: -”¡A mi madre la cuido yo aunque reviente!”  Y me pareció el paradigma de la actitud de muchas personas que no saben reconocer sus limitaciones.

En las relaciones de pareja ocurre algo similar. Cuando fuimos a comunicar a mi exsuegra que nos íbamos a separar su hijo y yo –esto sí que es el pleistoceno- me preguntó qué motivos tenía yo. Se los conté sin tapujos (más o menos) y enseguida me sentenció: “¡Qué poco aguantáis ahora!”.

Entiendo que es mucho más inteligente –y sobre todo sano- establecer de antemano nuestras propias limitaciones a todos los niveles para que no nos sobrepase una carga que no vamos a ser capaces de soportar aunque QUERAMOS soportarla.

¿De qué sirve que yo también me ahogue intentando salvar a alguien que se está ahogando y se aferra a mi cuello?

No somos titanes ni hemos venido a este mundo a realizar los trabajos de Hércules. Mucho menos a llevar sobre nuestras espaldas los pesos destinados a los demás. Ni tampoco a pagar las consecuencias de nefastos errores ajenos.

Podemos ayudar; seguramente hasta debamos ayudar, pero conociendo nuestros límites y siendo nosotros los primeros en respetarlos.

Vamos, digo yo…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


agosto 2013
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