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Cecilia Casado

A partir de los 50

Paseos con mi perro. (IV) “Gente pintoresca”

 

Ahora que han acabado los festejos oficiales de pirotecnia y helado, ya me permito traspasar la “muga” imaginaria que, todos los años por estas fechas, coloco simbólicamente en mi mapa ciudadano. Es decir, que ya puedo acercarme al centro de la ciudad sin necesidad de tomar ansiolíticos o pastillas contra la “marabuntofobia”, que es uno de los pocos males que he ido desarrollando con la edad. (Los otros, los del Ambulatorio, no vale la pena mencionarlos; son gajes del oficio que es vivir).

 

Así que ahí hemos andado mi perrillo Elur y yo, bordeando el Urumea por la “rive droîte” hasta llegar a la desembocadura y el último puente y girar a la derecha, siguiendo la línea del mar por el paseo de La Zurriola. Al centro de la city no me atrevo a ir todavía, me han dicho que quedan demasiados turistas. 

Cuando paseas con un perro atado con correa la gente no te mira a ti sino al perro. Eso está bien si tienes un día asocial, pero en general, choca un poco, porque al perrillo le hacen cucamonas y le dicen “chorradicas” mientras que a servidora –que merece eso y mucho más- la relegan al plano semi-invisible. Así que yo aprovecho para fijarme en la gente que se fija en mi perro y a mí ni me ve.

Por el paseo del Urumea va el personal casi siempre con prisas; lo digo porque la mayoría van corriendo y sudando como locos, haciendo lo que yo llamo oposiciones a morir joven, o esa es la impresión que me dan esos hombres –en su mayoría- con los cincuenta bien cumplidos, los ochenta (kilos) bien pesados y la cara congestionada del esfuerzo cardiovascular que están realizando. Supongo que el médico de cabecera les habrá recomendado hacer ejercicio (lo de hacer jogging lo dejamos para los jóvenes) y ellos se han lanzado como locos a quemar las últimas chuletas y los múltiples litros de lo que sea que beban –pero que seguro que tiene alcohol porque ostentan la misma “barriguita” que tengo yo. Me canso sólo con mirarlos. De ellos hay que apartarse cuidadosamente porque no miran dónde ponen los pies y lo mismo me aplastan al perrillo en una de estas…

Llegando a la estación del Norte el panorama va cambiando. Allí sientan sus reales los pedigüeños oficiales venidos de otros confines y ese músico con teclado de “chispún” que machaca cotidianamente tanto a Mozart como a Pakito el chocolatero. Supongo que, dadas las circunstancias, no puede hacer otra cosa.

En el Paseo de Francia –otrora señorial- una caterva indefinible de perros sueltos se ha enseñoreado de los jardines. Es el “Club del perro libre” y los amos y dueños son amiguetes que hacen corrillo alrededor de sus canes que saltan, juegan y dan rienda suelta a sus instintos más animales mientras los humanos se socializan. Hay mucho perro grande y como van sueltos, mi perrillo les lanza un par de ladridos aflautados desde la distancia para dejar constancia de que él también podría…si quisiera, pero que yo no le dejo.

Camino ya de los cubos del Kursaal la gente se viste de playa; o se desnuda de playa habrá que decir. Pasarán cien años y me seguirá llamando la atención –y molestando- la gente que camina por la calle en bikini o traje de baño, como si la Avenida de la Zurriola fuera el paseo marítimo de Salou. Supongo que nadie les ha dicho que las nuestras son playas urbanas, vamos, que hay que tener tiento en cómo vestirse para diferenciar el arenal del paseo. Ver a un hombre con el torso desnudo en mitad de la calle me pone en marcha la imaginación…

Los apartamentos de alquiler en el barrio de Gros se llenan en verano de surfers jóvenes venidos de allende los mares para disfrutar de las olas. Estos chicos y chicas salen de casa con el neopreno puesto, la tabla bajo el brazo y…¡descalzos! No sé si lo hacen por el miedo a que les roben las “flipflop” (vulgo chanclas) si las dejan en la arena o porque necesitan curtirse la planta de los pies con toda la porquería que van pisando por las aceras: salivazos, orines de perro, colillas e inmundicias varias. Bueno, allá ellos.

Hay también una señora a la que tengo muy vista por aquí y por allá que, con más de setenta años, se pasea con un vestido de esos que dejan la espalda al descubierto y sigue bajando el escote hasta mostrar el nacimiento de los glúteos (y mira que lo digo fino). Pues ella, tan tranquila y el que quiera mirar que mire.

Pintoresco es algo que tiene cualidades plásticas. O estrafalario. Cada cual que elija lo que más le acomode. Mi perro y yo, seguimos paseando.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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